Un sabio dijo un día a su discípulo que fuera a un claro de un bosque, y que contemplara la escena que allí ocurriría para luego obrar en consecuencia con la enseñanza recibida.
El discípulo así lo hizo y cuando llegó al claro vio a un lobo tumbado con las patas rotas que, a pesar de su incapacidad, mostraba un aspecto saludable. Al rato contempló la solución al enigma: un gran tigre traía entre sus fauces una pieza de caza que devoró en parte para luego dejar una buena porción de carne sobrante delante del lobo lisiado para que este comiera. El discípulo quedó maravillado de como la divina providencia actuaba para que aquel animal inútil se alimentase. De este modo, decidió dedicarse a la contemplación y pensó que si la divina providencia proveía así a una bestia, también le ayudaría a él.
Meses más tarde el sabio acudió a visitar al discípulo que se encontraba en estado de inanición.
– Tonto- le dijo- resulta que has tomado el ejemplo del lobo cuando yo te envíe a que aprendieras del tigre que no solo encuentra sustento para él sino también para un necesitado.
Leer correctamente una situación es algo primordial. Pero solemos interpretar los códigos de lo que percibimos en clave de identificación.
El individuo del cuento leyó la situación que contemplaba desde su identificación inconsciente con el lobo. Él, antes de ser testigo de la escena
“era ya el lobo” por lo que su lectura la hizo desde esa identidad. Si antes de acudir allí su identificación hubiera sido “tigre”, su lectura y comprensión de los hechos hubiesen sido completamente diferente. Estos modelos de identificaciones previas suelen ser muy nocivos. Si una persona previamente esta a menudo identificada con un papel de víctima, por poner un ejemplo, las situaciones y hechos que ocurran a su alrededor siempre las leerá bajo ese código que le confirmará que, efectivamente, es una víctima.
Hay un sabio dicho judío que afirma: “No vemos el mundo tal como es, sino tal como somos”. Conseguir una no-identificación es un logro difícil, pero sí es mucho más fácil contemplar la escena con un mínimo de desapego y objetividad y al menos darse la oportunidad de elegir la identificación. Creo que en el caso del cuento, todos preferimos la del tigre.
Excelente fábula. Y aún mejor la moraleja.
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