En la conducta de un sufí podemos observar:
. La ocupación: Un modo correcto de ganarse la vida para sí y para los suyos. El sufí aspira a trascender el mundo, pero vive en el mundo.
. El servicio: Busca un modo de servir a su familia, amigos, compañeros de la Vía. Está a disposición aunque nunca se entromete en donde no le llaman.
. La educación: Es respetuoso, tolerante, cortés. Trata de permanecer tranquilo y atento.
. La alegría: Celebra la vida como un don. Busca siempre la positividad e igualmente sabe que la alegría es una bendición y trata de expresarla a su alrededor con mesura y discreción.
. La soledad: Busca cada vez más centrarse en su corazón. Puede estar rodeado de miles de personas, pero a veces parece estar solo. Nadie recorrerá las sucesivas etapas de la Vía por él; sin embargo, sabe que siempre contará con su Maestro, con los compañeros de la Vía y, sobre todo, sabe que Dios siempre está con él en su corazón.
. El arrepentimiento: Un sufí toma conciencia de sus errores y se arrepiente en el corazón. Practica la corrección de los errores y desdeña la culpa.
. El desapego: Aspira a la indiferencia ante los bienes del mundo y sus honores. Busca que las demandas del mundo no le hagan mella ni alteren su ánimo. No vive apartado del mundo, pero necesita poco para vivir.
. La tolerancia: Un sufí es comprensivo. Trata de no juzgar. Es consciente de su ignorancia e intuye que Dios actúa con ocultos designios que solo Él conoce.
. El respeto: Un sufí respeta la vida y a los vivientes. Muestra respeto a los demás y hacia sí mismo.
. La paciencia: Un sufí aprende a ser paciente al igual que aspira a discernir aquello que aguarda a su tiempo propicio sobre lo que requiere acción inmediata.
. La afirmación: Afirma, día a día, su decisión y acrecienta su certeza. A pesar de las dificultades que halla para transitar la Vía, encuentra en su recorrido la fuerza y la fe. Así “como un hombre no puede tener dos corazones en el pecho” sabe que la Vía es Una y el Trabajo es Uno.