Tradición Original (V) El Maestro I

De todos es sabido que en occidente la sola mención del término “Maestro espiritual” suele provocar una reacción de sospecha e incluso de franco rechazo. Sin embargo, si apelamos a la historia o al presente de muchos países de Oriente, no se concibe iniciar una vía espiritual sin la guía de un Mestro vivo o en el seno de una escuela tradicional sin olvidar que en un pasado no muy lejano la búsqueda de un Maestro de la Vía era sencillamente algo incuestionable e indiscutible para alguien que aspirase a la realización.
Las razones de este rechazo son muchas. Es obvio que en lo que concierne a los fieles de las llamadas “religiones del libro” este concepto de maestro está proscrito ya que todas ellas consideran que la Revelación está completa y perfecta – cada uno desde su particular sistema de creencias- por lo que lógicamente la figura del maestro no tiene sentido al no ser necesaria. La desconfianza, por otro lado es lógica ya que hay que recordar la aparición cada cierto tiempo de autodenominados maestros o mesías que no son más que farsantes que provocan una acumulación de sospechas y desengaños.  Pero también muchas personas que se consideran “buscadores” participan de este rechazo. Esto se debe en parte a la propagación en los últimos tiempos de determinadas ideas confusas que se difundieron, y aun se difunden, bajo el paraguas de eso que se ha venido a llamarnew age y que en realidad no es más que un enorme zoco en el que cabe todo y que se encuentra habitualmente plagado de una mezcla de conceptos tomados de distintas culturas y religiones a los que se les ha alejado de su contexto y se les ha convertido en ideas sencillas y digeribles listas para un consumo rápido y sin mucho esfuerzo, pero que han quedado carentes de su significado original.
Una de estas ideas propagadas por la new age es aquella que afirma que todos estamos ya iluminados, que somos maestros de nosotros mismos y que en realidad no debemos hacer gran cosapara lograr resultados positivos bien sea en la vida de cada día, bien sea en la senda espiritual.
Obviamente, desde esta perspectiva un Maestro espiritual se convierte en algo innecesario y en la medida en que una persona vaya encontrando instructores competentes en las distintas prácticas o estudios que curse considerará que avanza adecuadamente y se sentirá reconfortado.
Sin embargo hay un problema.

La realidad es que no estamos iluminados, pues si lo estuviéramos nos comportaríamos como iluminados y solo basta leer los diarios para darse cuenta de que el comportamiento del ser humano está muy alejado de una conducta iluminada.
Otra cosa es que tengamos la potencialidad de la iluminación a la espera de ser despertada y para eso siempre se ha contado con la presencia de un Maestro que te vincule a la Vía y un Trabajo que vaya, poco a poco, permitiéndote avanzar en ella.
Y tampoco somos maestros de nosotros mismos por el mismo argumento. Como dijo Buda y recordé en una entrega anterior, “la verdad es aquello que produce resultados” y nuestros resultados no son precisamente los de un maestro.
También es paradójico observar como a los Maestros ya fallecidos-especialmente si han transcurrido algunos siglos desde su muerte-se los cita con respeto, admiración e incluso devoción siendo unos referentes espirituales de primer orden. Maestros de la talla de Sankara, Rumi o Dogen, por citar solo algunos, han sido y son fuente de inspiración imprescindible para cualquiera que desee percibir el perfume de la Vía, pero me pregunto si hoy, estando vivos en la actualidad, concitarían el mismo respeto o si por el contrario serían también víctimas de la sospecha general más allá de su reducido grupo de discípulos. Personalmente me inclino ante esta segunda opción.
Como hemos visto el marco actual no es el más propicio para la figura del Maestro: desconfianza, sospecha, ignorancia sobre su función, idea de que su presencia y guía nos son necesarias…Sin embargo ocurre que para iniciarte en la Vía y transitar en ella, la guía de un Maestro es IMPRESCINDIBLE.

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