EL JUEGO DE LA OCA
Si el Códice Calixtino es la expresión sacra y religiosa en clave del Camino, el Juego de la Oca lo es desde una perspectiva más profana y pagana pero de igual contenido de información valiosa en clave iniciática.
Pero lo primero que hay que preguntarse es ¿por qué una oca? Y para dar respuesta a ello debemos mirar al cielo.
Efectivamente, al igual que Orión es la constelación del invierno el Cisne es la constelación del verano, pero este cisne es “cristiano” pues para los árabes esta constelación era tanto “El Roc”, el pájaro mítico de las “Mil y una noches” como la oca tal y como demuestra el nombre de su estrella principal Deneb (60.000 veces más grande que el sol) que significa “la cola de la oca”. Esta oca, originariamente un ganso salvaje que emigraba, en Egipto se refería al dios Geb, señor de la tierra y cuando se veía la huella triple de la oca en el suelo para ellos era señal de que ese dios había pasado por allí. Esta huella de la oca está presente por todo el Camino especialmente en el Cristo de Puente la Reina que esta clavado en esta pata de oca.
Esta estrella Deneb junto a las hermosas Altair y Vega forman el magnífico “triángulo de verano” formación celeste conocida desde la antigüedad y muy reconocible en el cielo por su forma de isósceles y su fácil localización a simple vista.
La constelación del Cisne tiene forma de cruz y de hecho no es difícil de reconocer muchas imágenes de crucificados prácticamente idénticas a esta constelación. Dicho de otro modo, ya tenemos la cruz, no concebida como instrumento de suplicio, sino concebida como “barca estelar”, como instrumento de elevación a los cielos.
En el mensaje cristiano oculto, al igual que la cruz infame del martirio mata y atrapa el cuerpo, la cruz celestial del cisne transporta el alma hasta lo alto. No olvidemos que el pájaro es la primera metáfora del alma en casi todas las culturas y que la constelación del Cisne tuvo una importancia capital desde el neolítico para numerosas culturas. Ese Cisne que transporta el alma a los cielos.
Curiosos y esclarecedores resultan también grabados alquímicos, especialmente rosacruces, en los que se ve a un cisne picando su pecho y alimentando de su propia sangre a sus crías, es decir, una magnífica metáfora crística que vincula al cisne, animal de fuerte carga mitológica, con el Cristo que alimenta de su carne y sangre a su grey. Para los templarios era animal venerado ya que identificaban en él la pureza y su condición de acuático, terrestre y aéreo.
El juego de la oca consta de 14 ocas al igual que las 14 estaciones del Vía Crucis y al igual de los 14 pedazos de Osiris o al igual de las 14 “kas” del dios sol Ra.
Según la tradición iniciática el peregrino debía “completarse” al final del Camino tal y como puede verse en la puesta del sol del fin del mundo en la Costa da Morte, donde el sol después de recorrer su Camino desde oriente, se hunde en la noche ya completo.