Al igual que a cada ser viviente le corresponde su propia imagen individual identificativa asociada, lo mismo ocurre con el sonido. A cada ser viviente le corresponde su propio sonido individual e identificativo. Ese sonido que emana de la totalidad de la vida como suma del sonido individual de cada ser que aporta su particular “canto”, fue llamado “el lenguaje de los pájaros”. En realidad la mejor imagen sería la de una orquesta con multitud de instrumentos y voces que interpreta una melodía continua que, a su vez, es un lenguaje.
Si de un árbol, por ejemplo un roble, tenemos su imagen perceptible que lo identifica y distingue, en cambio no percibimos su propio sonido o “nombre”.
Recordemos que todo idioma actual es una convención. Los ingleses dicen oak, los franceses dicen rouvre o los italianos quercia a lo que en castellano llamamos roble y así con cada idioma. Solo si conoces el idioma, al escuchar el nombre podrás asociar una imagen al mismo. Si no conozco el idioma esa asociación es imposible.
Pero cada ser viviente posee su propio sonido-melodía que, sobre todo, nos habla de su naturaleza y función y lo conecta a lo Real. Ese sonido se ha llamado tradicionalmente “la palabra” o dicho bíblicamente “el verbo”.
Hay que recordar que el sonido precede a la forma, de hecho, el sonido es portador de la inteligencia que busca la forma. El sonido permite que la inteligencia se coagule en una forma de modo ordenado y preciso con el fin de que realice su función.
Al igual que en la existencia normal el sonido-palabra permite traer a la memoria una imagen/idea, en lo Real pasa lo mismo. El lenguaje/sonido real trae a la memoria la presencia de lo mencionado. En este caso, el sonido, mejor decir melodía, de cada ser viviente nos muestra su esencia y trae al recuerdo su naturaleza real.
Cada ser humano también posee su propio sonido-melodía particular e individualizado habitualmente compuesto de tres sílabas cada una de ellas de una nota diferente. Eso ha sido llamado “el nombre”. Al igual que a la llegada a la existencia se nos pone un nombre identificativo en el mundo, ese “nombre real” es el que pertenece a nuestra naturaleza eterna. Se dice que ese es el nombre con el que Dios te reconoce y “llama”, por así decirlo ese nombre es con el que estamos “firmados” por Él.