REFLEXIONES SOBRE LOS CÁTAROS

REFLEXIONES SOBRE LOS CÁTAROS

A veces resulta sorprendente observar como a ciertos individuos o colectivos se les atribuye un saber esotérico- entendiendo este término en su acepción más clásica del esoteros pitagórico- sin que haya para ello fundamento alguno más allá de ciertas elucubraciones particulares que, inesperadamente, triunfan y luego son repetidas hasta la saciedad sin siquiera someter a un somero análisis dichas elucubraciones ni analizar su origen.
Para mi, un ejemplo es el de los cátaros.
Sin duda este colectivo tiene la desdichada fortuna de estar en el peor lugar posible, en el peor momento posible y frente a los peores enemigos posibles.
El resultado lo sabemos, este movimiento religioso fue arrasado a sangre y fuego y los cátaros tuvieron el infortunio de convertirse en las primeras víctimas de la nefanda Inquisición. Por otro lado, fueron víctimas también de la ambición de la corona francesa.
Sin embargo, los avatares históricos de los que les tocó ser protagonistas y su condición de mártires no nos da el resultado de un movimiento religioso que se distinguiera de otros ideológicamente muy parecidos o que dispusiera de elementos que los pudiera caracterizar de tal modo que se pueda hallar en ellos rastros de un saber esotérico más allá de la impregnación de gnosticismo que sin duda poseían. Al contrario, más se parecen a otros colectivos cristianos heréticos también impregnados de un fuerte dogmatismo ideológico y vital, eso sí, muy diferenciado del dogmatismo y conducta preconizado por la Iglesia de Roma. Un ejemplo es su abstención de comer carne que nace de su absoluta abominación y rechazo al sexo (el acto malvado por excelencia) que les llevaba a no ingerir nada que hubiese nacido de una unión sexual.

Repasando un poco la historia vemos que el término cátaro lo encontramos ya en el siglo III en la fundación de la iglesia cátara por parte del antipapa Novaciano. Ya entonces planteaba disputas doctrinales, especialmente referidas a los sacramentos y el perdón de los pecados. Su argumento prevaleció hasta hace bien poco: como es posible que un sacerdote pecador pueda perdonar pecados o impartir sacramentos como el bautismo o la eucaristía. Este movimiento debatía sobre el tratamiento de los lapsos, es decir, de los que para no sufrir persecución abjuraron de la fe cristiana y luego volvieron a ella. Para ellos, esos lapsos estaban incapacitados para ejercer el sacerdocio.
Es en el siglo IV aparece el donatismo, en Numidis, en el que se cuestiona todavía con más fuerza que los sacerdotes impuros puedan aplicar los sacramentos, sobre todo, la eucaristía, el bautismo y el perdón de los pecados. También continúa con el tema de los lapsos. Muchos lapsos eran sacerdotes y el donatismo afirmaba que ellos no podían aplicar los sacramentos. Este movimiento tuvo gran repercusión social.
El catarismo toma para sí, al igual que otros grupos heréticos, esta postura donatista.
Otra base del catarismo es el movimiento bogomilo originario de la Capadocia y que se asienta en Bulgaria. Es sintetizado por el monje Bogomilo en el siglo XI y se extiende por Europa. Es fuertemente maniqueo. Tienen su origen en los paulicianos de Armenia de los que se sabe poco. Negaban la divinidad de Jesús y afirmaban que Dios había tenido dos hijos: Miguel y Satán en perenne lucha. Cuestionaban los sacramentos, especialmente el bautismo. No se casaban, eran célibes, y creían que este mundo era propiedad del mal. Esta era la idea fundamental del maniqueísmo y, siglos después, de los cátaros.
El maniqueísmo viene del profeta Mani (siglo III) nacido en la actual Iraq.
Se extendió por Oriente Medio y llegó hasta China en donde sobrevivió hasta el siglo XVII.
En su doctrina, al igual que en el catarismo, había dos grupos de fieles: los elegidos (en catarismo, los perfectos) y los oyentes (los fieles). Unos practicaban las normas de fuertes ayunos, celibato, obediencia, vegetarianismo, ascetismo, etc. Y los otros (al igual que en el catarismo) ayudaban a estos llevando ellos también una vida virtuosa pero menos rigurosa. Dividian todo entre bien y mal, luz y tiniblas. El alma era de la luz, el cuerpo pertenecía a las tinieblas. Los dos principios están separados, son antagónicos y están siempre en lucha. El sexo pertenece al demonio por tanto es abominable, es el medio que el mal utiliza para extender la impureza. La tarea del cátaro es, por tanto, abstenerse y evitar todo contacto con el mal y buscar la constante purificación.
El catarismo podemos entenderlo como una suma de las ideas donatistas ( debate sobre los sacramentos y la función sacerdotal) y el bogomilismo ( básicamente el maniqueísmo y la lucha entre bien y mal) más una parte no bien diferenciada de gnosticismo en donde sobresale su aceptación de la metempsicosis. Su caldo de cultivo histórico en tiempo y lugar, se refiere a las disputas políticas en la zona de conflicto entre el reino de Aragón, los condados de la zona como los de Tolosa, Foix, Carcasona y las aspiraciones del reino de Francia por poner aquel territorio bajo su dominio. En un momento dado, políticamente se encuentran frente a un enemigo colosal, la reina regente de Francia Blanca de Castilla y en cuanto a la iglesia se encuentran frente a otro enemigo formidable: el ambicioso y brillante papa Inocencio III que busca dar un golpe de autoridad para afirmar su poder aun más. En realidad, los cátaros fueron a la vez tanto excusa como víctimas de las aspiraciones políticas y religiosas, por un lado de la corona francesa y, por otro, del Papa de Roma. Un ejemplo lo tenemos cuando el papa Inocencio III anula el poder de los obispos occitanos frente a sus legados. Lógicamente, los obispos se rebelan y la división está servida. Asimismo la Iglesia aprovecha para establecer obligaciones a los señores feudales como, por ejemplo, no poner a judíos, o sustituirlos, en cargos relevantes, por fin, ordena a los nobles occitanos que dejen de proteger a los cátaros. Y se inicia la cruzada.
La guerra cátara, en realidad una guerra civil, acaba con el tratado de París en 1229. A partir de entonces el rey de Francia se queda con todos los territorios de los condes de Touluse y el resto de feudos. Termina así el poder feudal de los nobles occitanos. La iglesia de Roma ha afianzado con más fuerza su poder. Por lo demás, la historia de esta cruzada y sus vicisitudes, está muy bien documentada y es suficientemente conocida.

IDEOLOGÍA

Ideológicamente los cátaros eran ascéticos, célibes, rigoristas y dogmáticos. Creían que este mundo es obra de Satán y que todo lo material contenía pecado. Negaban el bautismo por agua, pues el agua como elemento físico también “contenía” pecado. Del mismo modo carecían de objetos litúrgicos pues la pureza no podía estar depositada en objetos materiales que, por su naturaleza, eran impuros. Todo lo físico, lo material, era impuro y fruto de la obra del maligno.
Su sacramento principal y la base de su doctrina era el consolamentum. El consolamentum era una especie de, a la vez, bautismo, eucaristía y ordenación. Este representaba la llegada del Espíritu Santo que era vehiculizado por un perfecto. Solo ellos podían ejecutar tal sacramento ya que habían alcanzado la pureza, y se hacía en una sencilla ceremonia a través de la imposición de manos. Por medio del consolamentum se pasaba de ser un “fiel” a ser “un perfecto” y se recibía al Espíritu Santo. El consolamentum estaba vinculado a la figura del Consolador o Paraclito mencionado en el Evangelio de Juan. El sencillo ritual estaba constituido por el rezo del padrenuestro, muy utilizado por los cátaros, lectura de pasajes del evangelio de Juan además de la ceremonia de imposición de manos por parte del oficiante perfecto sobre la cabeza del aspirante invocando la llegada del Espíritu Santo.
Al perfecto se le exigía celibato estricto, no comer nada nacido de un acto sexual (eran vegetarianos), practicar frecuentes ayunos y vigilias, vestirse con la túnica negra ( no iban de blanco), rezar muy a menudo tanto individual como colectivamente, especialmente el padrenuestro, aprender el evangelio de San Juan de memoria y, recorrer en parejas los caminos predicando. Los fieles, los que no habían recibido el consolamentum, tenían otro a modo de sacramento llamado “el mejoramiento” que era una especie de ágape-eucaristía sin tranbsustanciación, el mejoramiento, para los creyentes o fieles, consistía también en ofrecer ayuda y servicio a los perfectos a los que recibían en sus casas y con los que compartían el ágape. Estos llamados perfectos o puros, antes de morir y, para alcanzar la suma pureza, algunos se sometían a una especie de rito mortuorio llamado la endura. Esta consistía en un fuerte ayuno, vigilias y aislamiento que, muchas veces, llevaba a la muerte. En cuanto a los textos solo consideraban sagrado el Evangelio de Juan. Es muy posible que fueran apocalípticos y que considerasen que estaban en el final de los tiempos.
Creían en la metempsicosis, la doctrina griega (Pitágoras, Platón y otros) de la triplicidad de alma, espíritu y cuerpo y que, para justificar la preexistencia del espíritu, confiere a este la posibilidad de migrar de un cuerpo a otro. Esta doctrina difiere del concepto hinduista de reencarnación o del budista de renacimiento.
Pero lo más llamativo es su creencia de que todo lo creado, incluido el cuerpo humano, es obra del demonio. Esta idea maniquea, por otro lado tan extendida en muchas corrientes filosóficas y teológicas, es la que define su doctrina y su filosofía de vida.
Obviamente, estamos ante un caso claro de individuos que, con seguridad, vivían con una correcta conducta ética y social y que fueran bienintencionados en su aspiración espiritual, pero con ese rango de creencias es evidente que no podemos considerarlos poseedores de un conocimiento de orden superior, ni mucho menos “iniciados”.

¿GRIAL? ¿TEMPLARIOS?

Veamos ahora dos mitos recurrentes asociados a los cátaros. El primero se refiere a su vínculo con los templarios, el otro a que custodiaban el Grial.
Respecto al primero baste recordar como Bernardo de Claraval, el gran ideólogo del Temple y redactor de su regla, predicó con ahínco contra la herejía cátara, incluso en 1145 convocó en Burdeos a varios obispos para, de un modo conjunto, hacer frente a la corriente cátara que venía del Languedoc. San Bernardo en persona predicó en Albí y Toulouse enfrentándose a perfectos cátaros. Respecto a los templarios, no hay el más mínimo rastro de un apoyo suyo a la herejía cátara más allá de puntuales movimientos diplomáticos dado que los nobles de la zona sí apostaron por ponerse del lado de los cátaros dando la espalda a Roma. Nada más.
Respecto al Grial, vemos que el champañés Chretien de Troyes dejó inacabado su Perceval o el cuento del Grial posiblemente cerca de su muerte acaecida en 1183. El también francés Robert de Boron durante una fecha indeterminada de finales del XII y principios del XIII escribe sobre el grial en su poema José de Arimatea y el bávaro Wolfram von Eschenbach finaliza su Parsifal en 1215. Asimismo, es en 1133 cuando el galés Godofredo de Monmouth difunde su identificación de la mítica Avalón con Glastonbury, una maniobra sin duda inteligente y que, hoy se sabe, tenía como objetivo desviar a peregrinos a su empobrecida y olvidada abadía. Su éxito fue de tal calibre que pasados casi mil años, son numerosos los turistas que aun hoy recorren aquellas bellas ruinas teniendo en mente al héroe Arturo y a sus caballeros. Estas fuentes literarias sustentan y difunden en Europa un mito que sin embargo, más allá de otros debates como el de considerar el Grial un objeto físico, arraiga en Europa. Pero lo cierto es que el mito se extiende después de las mencionadas prédicas de San Bernardo en 1145, fechas en las que el catarismo está ya firmemente instalado en el Languedoc. Es decir, el ideario cátaro ya estaba constituido mucho antes de que se divulgara la literatura griálica. Además, no olvidemos el rechazo cátaro a los objetos físicos. Todo lo físico-sensible era obra del diablo, por lo que para ellos disponer de un objeto litúrgico o reliquia, por muy sagrados que fuesen, carecían del más mínimo valor espiritual.

Hoy, en la subida al castillo de Montsegur, pueden verse cada ciertos tramos cárteles con reseñas históricas. Creo que es en el penúltimo antes de llegar a la cima, donde puede verse la foto y los datos del clérigo protestante, tanto suyos como del libro que escribió, en el que por primera vez se asoció a los cátaros tanto con el Grial como con la mística templaria, y divulgó la idea de que disponían de un conocimiento esotérico así como de otros elementos de corte espiritual-iniciático. Ni que decir tiene que este personaje no aportó nunca prueba alguna para respaldar sus afirmaciones. Un acercamiento a esta obra nos muestra un texto con claros componentes fantásticos. Años después, el nazi y miembro de la SS con rango de Oberstrmfüher, Otto Rahn, ya es el que vincula de un modo definitivo el Grial con los cátaros con su obra “Cruzada contra el Grial”. Su pasión por el Grial se la transmitió durante sus estudios en Huyesen su profesor de religión, historia y filología germánica. El hecho de que tuviera solo 27 años cuando comenzó su peregrinación a la tierra cátara, el hecho de que desde muy jovencito estuviera bajo el férreo adoctrinamiento de las SS y que, como escritor, sus fantasías literarias sean también evidentes en su obra, no han sido obstáculos para que ese vínculo cátaros-Grial se haya afianzado de modo asombroso entre numerosos círculos vinculados al esoterismo. Luego los nazis no hicieron más que apoyar el mito mostrando su maestría en el arte de la propaganda. En el periódico oficial nazi, cuando dieron noticia de la muerte de Rahn en las montañas austriacas en 1139, escribieron: Rahn murío congelando practicando el rito cátaro de la endura, su rostro reflejaba una profunda paz. Y así, esa crónica propagandística, ha quedado ya como definitiva la causa de la muerte de Rahn. El hecho de que se diera de baja en las SS y que no pudiera presentar un certificado de pureza racial tal vez tuvieran algo que ver son su muerte y no precisamente producto de una endura. Sea como fuere, Heimrich Himmler, el ideólogo de los campos de exterminio, y ferviente defensor de la causa del Grial y patrocinador de su búsqueda, ordenó a todos los oficiales de las SS que leyeran la otra obra que escribió Rahn “La corte de Lucifer”. En este libro, Rahn se esmeró en complacer a Himmler y desde luego que lo logró pues Himmler encargó una edición de lujo para regalársela a Hitler el día de su cumpleaños. Hitler estaba también obsesionado con el Grial al que consideraba un objeto físico de “poder”. Otto Rahn y Himmler habían logrado desvincular el mito del Grial del cristianismo y “germanizarlo” dejando de lado cualquier otra referencia que no fuera la del Parsifal. El Grial sería la prueba de la superioridad de la sangre aria. Wagner, con su música, hizo el resto. Y, lamentablemente, los cátaros fueron el instrumento necesario. El propio Himmler afirmó que una de las grandes tareas de las SS era la de “descristianizar Europa y volver a las raíces germánicas” de este modo sería más fácil exterminar a las razas “subhumanas”. Como bien sabemos la obsesión de Himmler por el Grial lo llevó a visitar Monserrat en su visita en 1940 al régimen franquista, también en el mismo viaje visitó otras ciudades como Toledo o Burgos, también vinculadas a mitos griálicos.
No, los mártires cátaros, nunca tuvieron nada que ver con el mito griálico y mucho menos con la visión germánica-nazi del Grial.
Un mito profundamente cristiano muy vinculado a su vez al sufismo, pero sobre esto ya escribiremos en su día y que, obviamente, nada tiene que ver con ningún objeto material.

Un comentario sobre “REFLEXIONES SOBRE LOS CÁTAROS

  1. Lo inmaterial no tiene partes, pues no tiene forma. Consecuentemente no puede ser desbaratado, ni destruido, ni eliminado, ni aniquilado. Lo material tiene forma y es susceptible de ser creado, transformado o destruido por habitantes del mundo material, sin restricciones fisicas, ni eticas, ni espirituales. En lo inmaterial no existe el tiempo. La inexistencia del tiempo es denominada eternidad. De vez en cuando, en el mundo material tiene lugar algo dinamicamente conexo a lo inmaterial. Es decir, algo coherente y santo.

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