PARAÍSO
En muchas culturas, a la muerte del ser humano, a este se le ofrece la promesa del Paraíso. Esta palabra nos viene del griego y, a su vez, parece que proviene del persa. El Paraíso es un Jardín. Este jardín, en árabe, es Al Karmel de donde deriva nuestro Carmelo y Cármenes.
En él hay frescas fuentes de agua cristalina, la magnificencia de la creación de Dios se percibe en la belleza de las criaturas que lo habitan, sean animales o vegetales. Hay frutos y flores por doquier y el silencio es un bien asequible y disfrutable y el canto de las aves y el rumor de la naturaleza forman parte armoniosa de ese silencio. Hay paz, hay calma, hay bienestar, hay reposo. Hay posibilidad de estar cerca de Dios.
Pero todo aquel que lo haya conocido, sabe que si Dios creó el Paraíso fue para que fuese compartido. No hay Paraíso sin el otro. Pero el otro puede formar parte del Paraíso, y compartirlo con él, o lo podemos convertir en un enemigo. Adán y Eva lo compartieron un tiempo; luego Caín mató a Abel. Por ahora, la humanidad ha optado por seguir el camino cainita y prefiere el infierno del sufrimiento que tú procuras al enemigo y que él te procura a ti. Compartir, sin embargo, es vía de acceso a lo creado, es vía al Paraíso, un Paraíso que no existe sin el otro.