PLEGARIA
Hay una enorme diferencia entre la meditación y la plegaria. Sobre la meditación ya he escrito en otras entradas de este blog.
La plegaria u oración es una puerta, a través del diálogo- en el sentido de encuentro con el otro-, de acceso a la Divinidad.
En la plegaria podemos distinguir aquella en la que está presente el Verbo que “nombra”, bien sea una llamada- Padre Nuestro-bien sea una convocatoria- los 99 nombres de Alá, por utilizar unos potentes ejemplos de oración a la que habría que añadir la illa ha illa Allah, una plegaria extraordinaria que nombra la unicidad de Dios “negando” todo lo que no lo es. En la plegaria verbalizada, además de la intención y presencia, participa el Verbo individualizado del que ora de una forma activa a través del sonido, entendido como una energía ejecutiva en la que está presente el aliento y, por tanto, también la respiración. Dado que “en el principio fue el Verbo”, es lógico que la palabra participe.
Otro tipo de plegaria es aquella llamada del corazón en la que no está presente el Verbo y sí el pensamiento según la enseñanza de “allí donde está el pensamiento se encuentra el corazón”. Esta oración silente, igualmente con intención y presencia, “llena” el pensamiento del “recuerdo” de Dios. Su práctica alinea la intención, la presencia y el pensamiento en una energía unidireccional en la que el corazón está presente. Por último, está “la plegaria del aliento”, aquella en la el aliento, en el que participa la “humedad”, “el movimiento” y la individualidad del que ora, ritma con la respiración y el latido del corazón, es decir, con la inocencia de la vida, de modo que, cada respiración y cada latido, se convierten en un canto de alabanza a Dios que permite que el individuo sienta la “cercanía”, tanto de la creación como del Creador.