ÁNGELES, DEMONES E INVOCACIONES

ÁNGELES, DEMONES E INVOCACIONES

Es natural que en situaciones de temor como esta que estamos viviendo, se active y extienda el impulso natural de solicitar la ayuda y el amparo de Dios. Para ello nos basta la comprensión de lo falsa que resulta la sensación de control a la que nos agarramos, o que nos alcance esa impresión de pequeñez ante el poder de lo que no controlamos ni prevemos y que deja expuesta tanto nuestra arrogancia  como la ignorancia que compartimos.

Voy a hacer un somero repaso sobre lo que nos ha sido transmitido sobre   la naturaleza y función de estos seres pues me ha parecido de interés en el marco de lo que voy a escribir en los próximos días respecto a la Semana Santa  y el “Misterio Pascual”.

En las religiones del Libro, la pedida de amparo, ayuda y apoyo siempre se centra mayoritariamente en Dios y, por ejemplo, en el islam no se concibe que Dios tenga intermediarios. En lo que respecta al cristianismo sí existen mediadores como la Virgen María o los santos y, en menor medida, los ángeles.  Ahora, en lo que respecta al difuso ideario de la neo-religión ese amparo, en cambio, es solicitado a un amplio elenco de seres “superiores” entre los que tampoco faltan los ángeles aunque concebidos más como servidores del hombre que como servidores de Dios.

Como sabemos la palabra ángel es un término griego que significa “mensajero” y que fue incorporado en el cristianismo de dos fuentes: la judía y la griega, y es Filón de Alejandría (20. a.d.C.- 45.d.d.C.) el que en su obra difunde y pone en valor teológico esta idea. Debemos a Filón una herencia filosófica extraordinaria de la que bebió, entre otros, Plotino, el máximo exponente del neo platonismo.

Filón ha pasado a la historia por ser el mayor representante del judaísmo helenizado, es decir, por su colosal trabajo de hacer una síntesis entre las enseñanzas del judaísmo y la filosofía griega. A su vez, su extensa obra sirvió de inspiración e influyó a grandes pensadores y teólogos cristianos como Orígenes o Clemente de Alejandría. Es en su obra donde por primera vez aparece lo que podemos definir como una angeología. Estos ángeles son unos mediadores sin forma ni materialidad alguna entre el Logos y los hombres. Los ángeles son solo accesibles a través de la inteligencia y no por medio de ningún deseo u otra pulsión humana, ellos son puros e inmateriales, nunca apetecen de lo humano y actúan exclusivamente siguiendo las órdenes divinas.

Dentro del islam son también muy importantes los ángeles o malaika. Antes de la llegada del islam, entre aquellos pueblos se concebía la idea de los jins, una suerte de genios de la naturaleza susceptibles de ser sometidos por el hombre y capaces de realizar actos malignos y, en cierta medida, con similitudes a los demones griegos de los que hablaré un poco más adelante. Sin embargo en el islam los ángeles son fuerzas exclusivamente benéficas que, al igual que en el judaísmo, están al servicio de Dios y solo obedecen a su mandato.

Igualmente en hebreo la palabra malaj también significa mensajero, pero también se traduce como  “trabajo. Esto pone de manifiesto que es un mensajero que cumple su trabajo, el trabajo de Dios y del que únicamente recibe sus órdenes. No son seres materiales y carecen de libre albedrío ya que únicamente realizan aquello que el Señor Dios les ordena. Dice la Midrash que ninguna hierba crece sin que un ángel diga “crece” cumpliendo la orden divina. Dice uno de los rabinos de la Aish ha Torá: “Orar a los ángeles es una pérdida de tiempo ya que los ángeles solo pueden hacer lo que Dios les dice que hagan”. En el judaísmo, algunas enseñanzas afirman que ciertos ángeles son creados para realizar una tarea determinada y que, cuando queda completada, desaparecen. Asimismo, existiría un ángel por cada criatura viviente. Estos ángeles estarían jerarquizados en función de sus tareas y según su cercanía a Dios. Es el gran sabio Maimónides (1135-1204) el que aúna de nuevo el pensamiento griego, básicamente a Aristóteles, con el judaísmo creando un sistema filosófico de enorme potencia cuya influencia está aún muy viva en el credo judío. En su obra están también presentes los ángeles y el gran sabio cordobés nos muestra la jerarquización de estas entidades, siempre al servicio de Dios.

Cuando Tito destruye el templo de Salomón en el año 70, el judaísmo recibió un impacto de enorme calibre que hace que mayoritariamente decidan no salirse del marco de la Torá por lo que esas influencias helenísticas que vemos en Filón desaparecen salvo en lo que se refiere a la cábala que sí recibe fuertes contenidos ideológicos del hermetismo y el gnosticismo. Este antes y después del judaísmo referente a la destrucción del templo, lo trataré en otra entrada en la que me centraré en la cábala. 

En el mundo griego esta idea de mensajero siempre había estado asociada a Hermes y, en el romano, a Mercurio. Pero para los griegos, estos ángeles mensajeros de los dioses del Olimpo sí tienen un aspecto y características humanas. A su vez, los griegos nos proporcionaron la idea de los demones, entidades muy presentes en su mitología y religión. Su actividad incluía un trabajo en ambas direcciones, es decir, llevar los asuntos de los hombres a los dioses y el de traer los mensajes de los dioses a los hombres. De este término deriva la palabra “demonio”, en este caso ya referidos a seres con una actividad negativa hacia el hombre. Desde una perspectiva filosófica y teológica, estos demones difieren mucho de los ángeles descritos por Filón y Maimónides e incorporados luego por el cristianismo: mientras los ángeles solo están al servicio de la voluntad divina- incluida la tarea de cuidar a los hombres- , los demones son espíritus de naturaleza inferior cuya función es explicada por Platón en su obra El Banquete como intermediarios entre los hombres y los dioses. Y esas entidades, en cierto modo materiales pero habitualmente imperceptibles a los sentidos, a la vez, pueden procurar a los seres humanos tanto fortuna como infortunio.

En el mundo judaico,  la cábala, muy influenciada como hemos dicho por el helenismo y el hermetismo, también concibe a una suerte de genios-ángeles (de las dos formas se les denomina) como fuerzas transmisoras entre el ser humano y Dios. Tomando referentes propios de la astrología, las 72 divisiones clásicas de 5 grados del círculo zodiacal, le da a cada una de estas divisiones el dominio de un ángel específico que, siguiendo una secuencia temporal con base astrológica, puede ser activado por rituales de invocación en los que se solicita su protección y mediación para el cumplimiento de un deseo. Estos son los llamados 72 ángeles o genios de la cábala, 6 por cada signo zodiacal y se parecen más a la idea de los demones platónicos que a los seres de naturaleza puramente espiritual de Filón. Otras corrientes cabalistas dicen que son los actos humanos, buenos y malos, los que crean los ángeles que, en realidad, son formas de energía.

Como sabemos las corrientes ocultistas incorporaron la cábala a su ideario destacando dos épocas: el Renacimiento y durante la explosión de las escuelas esotéricas en Europa a finales del XVIII y durante el XIX.  Primero de un modo más puro, pero después, en los siglos XIX y XX, no tuvieron inconveniente en juntar aspectos doctrinales muy alejados entre sí como puede ser la sutil mística judía con la astrología alejandrina o la práctica de la teúrgia (magia de invocación) de origen también griego y que conoció en el pasado a grandes practicantes como Juliano el Apóstata o al filósofo Jámblico. Ya en la Edad Media, en coincidencia con lo antes planteado, entre ciertas corrientes se afianzó la idea de que si los actos humanos que se ejecutaban según la ley divina creaban “ángeles”, se podía suponer que los actos malévolos serían capaces, a su vez, de crear entidades negativas capaces de hacer el mal. Esta hipótesis es la que se desarrolla en paralelo a corrientes cabalistas de contenido espiritual y que da nacimiento a algunos textos denominados “grimorios” que, a su vez, son la base de la magia negra fundamentada en la creación de esas entidades malignas o en la invocación de otras ya existentes. Además se suponía que esas entidades podían obedecer al mago que las invocaba. Es decir, la vieja aspiración humana de dominar determinadas fuerzas y, una vez sometidas, ponerlas al servicio de sus deseos.

En cuanto al cristianismo, poco a poco, fue fundiendo estas dos funciones angélicas: aquella en la que los ángeles exclusivamente obedecen a Dios y aquella en que también son intermediarios de los hombres y pueden llevar a cabo tareas de intercesión. Sin embargo, dentro de la teología cristiana, prevaleció la idea de su obediencia a Dios y su labor de servidores de su voluntad.

Dentro del cristianismo también existe una angeología y una estructura jerarquizada que los divide en nueve clases. Dentro de la teología cristiana tomó un gran protagonismo la idea del “ángel caído”, o mejor, “ángeles caídos”, de naturaleza maligna y representado por la siniestra figura de Satanás, el líder de un ejército dedicado al mal. Esta idea de la existencia de ángeles malignos incluye su enorme capacidad de disimular su naturaleza maléfica. Es por eso que el cristianismo abominó de las experiencias teúrgicas (magia de invocación)  ya que se afirmaba que dada la naturaleza humana, también caída y víctima del pecado original, no era capaz de contactar con esos espíritus puros angélicos, sino que en sus invocaciones aparecían ángeles caídos que buscaban que esas almas se extraviasen para lo cual se ocultaban bajo la apariencia de ángeles buenos. Justamente una de las razones de la “caída” sería su desobediencia y rebelión ante el hecho de que el ser humano dispusiera de libre albedrio y ellos estuviesen sometidos a la voluntad del Creador.

Recordemos que el emperador Juliano (siglo IV), llamado por los cristianos el Apóstata, renegó del cristianismo y volvió a las creencias paganas en las que en muchos cultos se practicaban las invocaciones teúrgicas como parte fundamental de sus ritos. Es ahí en donde el cristianismo se inclinó hacia el culto de santos y mártires para diferenciarse, entre otras muchas cosas, del paganismo. La posibilidad de dirigirse como intercesores ante Dios a personas que habían sido en vida ejemplo de virtudes y que ya residían en el cielo, prevaleció sobre la idea de dirigirse a otros entes que, a sus ojos, adquirieron la condición de peligrosos por su capacidad de engañar a los seres humanos para conducirlos a la perdición por medio de sus artimañas. Es por eso que en el cristianismo es más común que el fiel apele más a la intercesión de los santos y de la Virgen María que a la de los ángeles, aunque bien sabemos que respecto a los santos o a María hay diferencias de criterio respecto a su condición según de qué corriente cristiana hablemos.

Es desde ese ocultismo de carácter mágico nacido de la explosión de todas esas escuelas y corrientes esotérico-mágicas antes mencionadas, de donde nace la idea de los ángeles como ejecutores de la voluntad humana atribuyéndoles características más propias de los demones  y a los que se podía acceder a través de invocaciones teúrgicas y rituales. De aquí se pasó a la neo-religión actual pero, como es de uso común en la nueva era que solo contempla aquello que sea fácil en comprensión y ejecución, le quitaron la pesadez de la compleja carga ritual que incluían estas órdenes esotéricas, por ejemplo la de la famosa Golden Dawn con su ritual del “Pilar del medio” y otros afines como el ritual de “Contemplación del Tarot”, etc. Asimismo el carácter ecléctico de la neo-religión permitió que, por ejemplo, se fusionasen sin problemas idearios teosóficos de origen budista e hinduista con invocaciones angélicas de todo tipo de origen cabalístico-mágico, eso sí, simplificándolas. Sin embargo, es en los 90 cuando, de nuevo en Estados Unidos, empiezan a aparecer libros y disciplinas que tienden a una mayor simplificación y vulgarización no solo en las formas, sino también en el fondo de toda idea de contenido esotérico y filosófico clásico y, naturalmente, esto afecta también a los ángeles y aquellos textos de pensadores del calibre de Filón de Alejandría o de Maimónides o de los grandes teólogos cristianos son sepultados por una literatura infantiloide y ñoña pero que se instala entre un público que no puede o no quiere elevarse a la altura espiritual y filosófica que la comprensión de la naturaleza y función angélica requiere.

A veces es bueno volver a la lectura de los textos fundamentales de las religiones del Libro como la Torá, los Evangelios o el Corán o adentrarse en los textos de las grandes figuras espirituales que muestran con total claridad no solo la realidad viviente de estos seres, sino también su función como servidores de Dios en el marco de la creación y en lo que se refiere a su relación con el ser humano. Pero de estos servidores de Dios vamos a pasar, dentro del cristianismo, a la figura de Jesús de Nazaret.

Estamos ya en Semana Santa  y una historia que se inició con la Anunciación de Gabriel a María, va a ver su conclusión con otro ángel que sentado junto a un sepulcro vacio anuncia la Resurrección de Jesús. Tenemos por delante los misterios de la Semana Santa: un tiempo sagrado.

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