VIERNES SANTO

VIERNES SANTO

Jesús ha sido detenido. El complot judío ha logrado su primer objetivo, ahora el segundo paso es lograr convencer a Pilato, al que odian los sacerdotes del sanedrín, de que Jesús es un enemigo peligroso para Roma. El Sanedrín no puede condenar a muerte, por eso tienen que conseguir que Jesús sea condenado por sedición lo que acarrea la pena de crucifixión. Después de su apresamiento a última hora del jueves, es posible que Jesús pasase la noche en prisión. Posiblemente al amanecer es conducido ante Anás el sumo sacerdote jefe del sanedrín que, a su vez, le manda ante Caifás líder de los conspiradores en cuya casa están reunidos escribas y ancianos del sanedrín: la conclusión es que es un blasfemo, Caifás se rasga las vestiduras y pide su muerte.

Hay que recordar que la casta sacerdotal judía representaba una élite llena de privilegios que corrían a cargo del pueblo. Herodes el Grande había sustituido a los viejos sacerdotes de las familias tradicionales que cumplían esa función y los sustituyó por judíos afectos a él a los que dotó de privilegios aun mayores. Por este motivo, los miembros del sanedrín en la época de Jesús eran mirados con desconfianza por las clases bajas alejadas de los círculos de poder.

Los judíos temen ser ellos los que de cara al pueblo se signifiquen como sus ejecutores. No en vano cada vez Jesús tenía más seguidores y el relato de sus milagros y enseñanzas corrían ya por todo Jerusalén. Su plan es que sea condenado por Pilato. Por la mañana es conducido a su presencia. Ante el prefecto romano las acusaciones de blasfemia o de no cumplir la ley mosaica no significan nada, lo acusan de proclamar que no se ha de pagar el impuesto a Roma y, sobre todo, que aspira a ser rey de Israel. Pilato odia también a los judíos, especialmente al sanedrín; durante el poco tiempo que lleva a en el cargo ya ha tenido numerosos enfrentamientos con ellos. Recordemos que todos los testimonios históricos que se conservan respecto a Pilato lo retratan como un hombre duro, cruel, malvado e incompetente. Esto se demuestra cuando fue fulminantemente sustituido en su cargo y mandado a comparecer en Roma ante el emperador Tiberio por su nefasta gestión.

Tal vez para no cumplir con los deseos del Sanedrín, PIlato no hace caso a sus denuncias. Dado que Jesús es galileo lo envía ante Herodes Antipas rey de Galilea. Este episodio solo es citado por Lucas.

Sea como fuere, lo cierto es que Jesús es condenado según la ley romana por el delito de sedición. Pilato, posiblemente para soliviantar más a los sacerdotes del sanedrín, les pide que elijan a qué reo quieren indultar según era costumbre en Pascua, les da a elegir entre Jesús y Barrabás que, según Lucas, era un asesino y había organizado un motín en la ciudad. Los sacerdotes y los miembros de los grupos de saduceos y fariseos piden que Barrabás sea liberado y que Jesús sea crucificado. Jesús, durante su vida pública ha estado un par de veces a punto de ser lapidado por blasfemo y sin embargo ahora los sacerdotes no solicitan que se les entregue a ellos para lapidarlo según la ley judía, sino que quieren que sea Roma y su prefecto  los que le condenen por la ley romana a una pena de enorme crueldad. Así será Roma y no ellos los culpables de cara a una parte del pueblo que lo considera inocente. Jesús, durante todo este tiempo mantiene la actitud de alguien que sabe lo que, de un modo u otro, va a ocurrir: su muerte. Es como que todo está previsto para que “algo” se cumpla. Pilato cede por miedo a dejar vivo a alguien que pueda iniciar una rebelión por una hipotética demanda al trono  con el añadido de que, además, su liberación puede ocasionar una revuelta o, como mínimo otro enfrentamiento con el sanedrín, algo que políticamente no le conviene. Pilato condena a Jesús a ser flagelado y crucificado. La flagelación no aparece en el texto de Lucas. Después Jesús cargado con la cruz cruza la ciudad hasta el lugar de la ejecución junto a otros dos reos que también serán crucificados.

Jesús, de este modo, es víctima del odio por parte de los estamentos de poder judíos que nace de sus inflexibles creencias y del miedo a perder sus privilegios. Por otro lado, la crueldad ciega de los romanos que solo obedece a sus intereses económicos y políticos de potencia dominante. Dos enemigos formidables.

La crucifixión romana, solamente aplicada a los esclavos y los condenados por delitos graves contra Roma, es un suplicio de enorme crueldad que lleva aparejada al intenso dolor físico la infamia de la exposición pública de la agonía del reo. En ocasiones, el penado era atado a los maderos de la cruz por lo que su agonía era más larga, en el relato de la pasión de Jesús este es clavado a los maderos, tal vez con el propósito de que muriese pronto pues durante el sabatt no podían quedar expuestos los condenados. Jesús muere pronto, es crucificado en la hora sexta, 12 del mediodía, y fallece a la hora nona, 3 de la tarde. Esto ocurre en una pequeña colina extramuros de Jerusalén que es llamado “lugar de la calavera” o “calvario”, tal vez porque allí fuera el lugar habitual de las crucifixiones y donde los ajusticiados eran sepultados en una fosa común. Al madero, como era habitual se le ha añadido el titulus, una tablilla en la se ponía el nombre del ajusticiado y la razón de su condena; en el caso de Jesús, según citan los cuatro evangelistas, el motivo es el de haberse declarado rey de los judíos, es decir, un delito contra Roma. El texto está escrito en griego, latín y hebreo. En la cruz se suceden los episodios conocidos de la esponja con vinagre, la lanzada en el costado y el reparto de sus vestiduras. Y sus últimas palabras. Según Juan, solo dijo: “Todo está acabado” y entregó el espíritu.

Alejadas, contemplan la escena un grupo de mujeres. Los discípulos varones permanecen ocultos por seguridad. Según los distintos evangelios se citan hasta siete mujeres en ese grupo. Dada la poca consideración que tienen las mujeres en el mundo judío, ni para ellos ni para los romanos representan ningún peligro. Allí están su madre, María Magdalena, una tía de Jesús, María Cleofás, María Salomé, la madre de los Zebedeos… Juan cita que, junto a las mujeres se encontraba también “el discípulo a quién amaba”.

Cuando Jesús expira ocurren unos hechos extraordinarios, un nuevo milagro que conmociona a muchos. El velo del templo se rasga y unas tinieblas cubren la tierra. Ese mismo templo que será destruido hasta los cimientos por el general romano Tito apenas 40 años después.

Según narran san Mateo, san Marcos, san Lucas, san Juan y el apócrifo Evangelio de Pedro, un amigo de Jesús llamado José de Arimatea pidió a Pilato el cuerpo de Jesús para sepultarlo y que no lo llevasen a la fosa común. Pilato llamó al centurión de los soldados para que le confirmasen que Jesús estaba ya muerto y entregó el cadáver al de Arimatea que lo envolvió en una sábana y “… lo depositó en un monumento que estaba cavado en una peña”. Mateo dice que ese era su propio sepulcro. Lucas nos dice que estaba a punto de empezar el sabatt. Juan afirma que el cuerpo fue ungido con mirra y áloe y nos dice también que el sepulcro estaba en un huerto. El sepulcro es cerrado con una piedra y este hecho es observado por varios testigos, especialmente la Magdalena. Todo parece que ha concluido: Jesús ha muerto.

Pero Jesús vino a traer la Nueva Alianza, una nueva alianza con Dios en fondo y forma. Respecto a la forma, ya no son ejecutivas ni eficaces y, sobre todo, no son necesarias todas las estructuras anteriores que en forma de elementos como rituales, utillajes, objetos, vestiduras, símbolos, fórmulas, invocaciones, etc., se utilizaban hasta el hastío y que estaban en manos de los mediadores del culto. Ahora todo se centra en la promesa de la posibilidad de acceder a la nutrición espiritual y esa posibilidad está abierta a todos. La única práctica que Jesús predica es la de la oración, el diálogo de cada hijo con Dios. Y deroga la vieja ley: “el sábado se hizo para el hombre, no el hombre para el sábado”.  A su vez, deja una enseñanza tan potente como conmovedora a sus amigos: “Amaos los unos a los otros como yo os he amado”. Tampoco el templo es ya útil; cada ser humano es un templo viviente en el que Dios puede morar si reúne, poco a poco, las condiciones necesarias de pureza e impecabilidad. La nueva alianza solo precisa del hombre su propio corazón.

Todo se ha simplificado en la forma, pero el fondo es más exigente. Ya María, cuando recibe la vista de Gabriel responde: “Hágase en mí según tu palabra”. Jesús, en su pasión, se entrega también completamente a la voluntad de Dios. Ambos son sus servidores. En medio, la crónica de una conducta ética insobornable llena de compasión y una enseñanza espiritual de una altura enorme.

Pero efectivamente, nada ha concluido, al contrario, acaba de empezar. Si la Virgen María es la llave del misterio de la Encarnación, María Magdalena es la llave del misterio de la Resurrección. El sabatt está a punto de comenzar.

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