SE CONSCIENTE DE TUS RELACIONES
“Las mejores personas alimentan lo bueno en los demás, no lo malo. Las peores personas alimentan lo malo de los demás, no lo bueno”.
CONFUCIO
Cada vez tenemos más cuidado con lo que comemos, estamos atentos a humos y contaminantes, salimos al campo a respirar aire puro y hacemos ejercicio físico para mantenernos en forma. Sin duda, haciendo esto ganamos calidad de vida. No obstante, muchas veces somos extremadamente descuidados en un campo donde un envenenamiento tóxico es en la mayoría de las ocasiones más peligroso que una enfermedad: el campo de las relaciones personales. La reveladora frase de Confucio pone en valor la necesidad- yo diría que casi vital- tanto de rodearse de buenas personas, como de evitar a toda esa gente que nos hace la vida más ingrata y oscura. Desde “vampiros” hasta chantajistas emocionales, desde los que procuran hacer que todo sea lo más difícil posible hasta los que hacen de la crítica su profesión, desde los que no saben vivir sin sus dosis de cólera y exabruptos hasta los que hacen de sus criterios e ideas la única verdad, y eso sin entrar en entornos más peligrosos en donde habitan los envidiosos, egoístas, vengativos y, sobre todo, los “sembradores de odio”. Por supuesto que todos somos portadores de estos “venenos”, pero la mayoría ciertamente en “dosis” tolerables para nosotros mismos y para nuestros semejantes, lo que hace que las relaciones humanas, cuando se asumen esas cargas de veneno propio y ajeno, sean ricas, valiosas y “nutritivas”. Pero la realidad es que, a veces, hay personas que portan estos venenos en cantidades letales difíciles de tolerar y asumir. ¿La distinción?, como tantas veces, el fruto es la prueba: las mejores personas sacan lo mejor de ti y te hacen mejor; las peores sacan lo peor de ti y te hacen peor persona.
Las preguntas siguen: ¿por qué mantener relaciones dañinas y envenenadas que no conducen a nada bueno?, ¿por qué dejamos morir relaciones benéficas con personas que nos hacen mejores? En una respuesta adecuada a estas preguntas reside gran parte de nuestra salud psíquica y emocional. Y el consejo de la sabiduría espiritual no acababa aquí, continuaba con la instrucción de empezar a mirarse a uno mismo a la busca de esos venenos, pues si es sano e inteligente evitar relaciones dañinas, es de justicia tratar de evitar ser nosotros propagadores de venenos. A veces, se ha argumentado frente a este consejo que entonces esas personas quedarían marginadas. Ante eso, creo que toda persona tiene, si quiere y pone determinación en ello, la posibilidad de hacer los cambios necesarios para que su relación con los demás no sea tan nociva y, por tanto, evitar ella misma esa posible marginación; y si fuera así, creo que toda persona tiene la obligación frente a sí mismo de cuidarse en todos los ámbitos y eso incluye no solo su salud física, sino también la emocional y mental. Además, en unas relaciones en donde el nivel de “venenos” esté dentro de la normalidad, se produce la posibilidad del aprendizaje, tanto en lo que se refiere al control de los propios que vertemos a los demás, como al hecho de “transformar” en inocuos aquellos que nos vienen de otros. Sin embargo, en cuanto una actitud o situación nociva se sitúa por encima de un determinado nivel de tolerancia, no es posible asumirla y se inhabilita cualquier tipo de aprendizaje. Se dice que una persona no tiene más de 150 relaciones realmente “efectivas” a lo largo de su vida y, de estas, son muy pocas las que perduran en el tiempo al margen de las familiares que, muchas veces, tampoco son ni efectivas, ni duraderas. Desde esta perspectiva de una muy pequeña “selección” de seres humanos con los que entablamos relación durante la vida, parece necesario para tener una existencia mejor, el que seamos capaces de introducir en nuestra vida personas que merezcan la pena y que nos hagan mejores.
Cada día disfruto del rato que leo tus escritos. Espero que todo de su fruto.
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