T.A.R.O.T.

T.A.R.O.T.

M. ,una buena amiga, me preguntó hace un tiempo por el tarot. Este es un resumen que creo que proporcionará unos datos suficientes para poner este mutus liber dentro de su contexto histórico y esotérico.

EL TÉRMINO. La palabra tarot es la lectura de las letras griegas que figuran en un crismón cristiano. Leyendo en la dirección de las manecillas del reloj vemos: tau(t), alfa(a), ro(r), omega(o), y nuevamente tau(t) que indica que está en movimiento cíclico;es decir: t.a.r.o.t. Basta con ver la cruz- crismón de la imagen para comprobarlo. Su nombre ya nos revela su carácter cristiano. A su vez, las láminas del tarot son llamadas “arcanos” un término que viene del latín y que significa “oculto”.

ORIGEN. No se conoce con precisión el origen del tarot. Las primeras crónicas son del siglo XIV y posiblemente llega a las costas mediterráneas de Europa traído por los cruzados. En esas crónicas se dice que su nombre en lengua sarracena es naib y que procede de “sarracenia”. Se percibe una similitud entre el  término naib y la palabra española naipe. Es en Italia en donde se encuentran la mayor concentración de barajas antiguas llamadas entonces trionfi como los minchiate de Florencia, el tarocchino de Bolonia o los famosos tarots de Mantegna o el Visconti-Sforza del siglo XV. Este es el antecedente más antiguo de los tarots actuales de 78 cartas con sus 22 arcanos mayores, sin embargo esta baraja Visconti carece de nombres ni tampoco tiene números.

TAROT DE MARSELLA. Es en el siglo XVIII cuando un anónimo pintor marsellés, inspirándose en cartas anteriores, ilustra la baraja que hoy conocemos como Tarot de Marsella. Esta baraja es la que ha  servido como referencia a todos los demás tarots posteriores. Tiene 22 arcanos mayores a los que da un nombre y un número a cada lámina. Se completa con los llamados arcanos menores de 56 cartas divididas en los “palos”, alegoría de los elementos clásicos: oros, tierra; copas, agua; espadas, aire; bastos, fuego. En total 78 cartas. Al ser el más reciente y mejor conservado que ha llegado hasta hoy, fue tomado como referencia por los ocultistas franceses del siglo XIX y principios del XX en cuanto a su numeración y a los nombres de las láminas. Naturalmente es falso atribuir a esta baraja la condición de “auténtica”. El tarot de Marsella fue editado en 1761 por Nicolás Conver un fabricante de cartas marsellés que sin duda tuvo delante la copia  del llamado tarot Español que data de 1736 y que es una obra del italiano Giusseppe Ottone; esta baraja se conserva en el museo Fournier de Vitoria. El tarot  de Marsella tiene pequeñas pero significativas variantes- propias de los copistas- sobre su antecesor el tarot Español, aunque como hemos dicho es casi seguro que el pintor marsellés, para hacer su copia, tuviera delante el trabajo de Ottone. Hasta la aparición de la imprenta era muy común que cuando se realizaban unas copias de un manuscrito original, en cada una de esas copias se incluyera de modo intencionado una serie de errores diferentes en cada una de ellas. De este modo se podía rastrar el origen de la filtración de las siguientes copias que añadirían a su vez sus propios errores intencionados y también los involuntarios.

NOMBRES Y NÚMEROS. No hubo en origen una unificación en el nombre dado a las láminas del tarot ni tampoco en el número de láminas. El tarot Español de Ottone  y su copia el tarot de Marsella son los que ya disponen para cada lámina de un número y un nombre que son los que hoy día se utilizan. Pero en muchos de los antiguos tarots italianos antes mencionados, aparecen otros nombres y otras numeraciones distintas. Por ejemplo, en el Tarot de Mantegna aparecen cartas que no figuran en el Marsella y en el Marsella hay cartas que no están en el Mantegna. Así mismo tienen distinto nombre algunas láminas que se pueden reconocer en ambos como iguales. Esto demuestra que en origen no hubo un criterio único en el diseño y que cada autor reflejaba los símbolos, figuras y elementos que consideraba apropiados para elaborar su propia baraja de trionfi.

NÚMERO DE LÁMINAS Y ORDEN. No hubo tampoco en origen un número fijo de arcanos. En los tarots italianos más antiguos hay diferentes números de láminas. Como hemos dicho es el Visconti-Sforza el que muestra 22 arcanos al igual que el Marsella, pero existen varios tarots que no tienen 22 arcanos. Las barajas florentinas tienen 40 arcanos o el mencionado Mantegna tiene 50. Asimismo, habiendo láminas iguales en estas barajas, están colocadas en lugares distintos y ordenadas de modo diferente. Es decir, tampoco hay una colocación y orden únicos. También esto ocurre  ya en fechas recientes. Cuando el tarot de Marsella es ya el referente principal, en el siglo XX el ocultista inglés A.E. Waite decide cambiar en el tarot que él mismo diseña el orden de las láminas de la Justicia y la Fuerza respecto a la colocación que había en el Tarot de Marsella.

SÍMBOLOS. Tampoco hubo en el pasado una simbología unificada. Es en las diferentes barajas antiguas donde más se aprecia la enorme diversidad simbólica. Por ejemplo, en algunas aparecen los signos del zodiaco,  planetas, figuras mitológicas, etc. Así mismo muchas cartas comunes a las actuales, estaban diseñadas con elementos simbólicos diferentes. El tarot de Mantegna tiene láminas dedicadas a las musas, a la geometría, a la astrología, a la aritmética, a la retórica…

CONTENIDO. El contenido alegórico de un tarot es principalmente cristiano con elementos de la mitología grecolatina. Por ejemplo, tenemos en el tarot las láminas de las cuatro virtudes cardinales: Fortaleza, la vemos en la lámina número 8 de La Fuerza; Justicia, la vemos en la lámina número 11 de La Justicia; Templanza, la vemos en la lámina número 14 de La Templanza; Prudencia, la vemos en la lámina número 9 de El Ermitaño. Asimismo hay otras láminas claramente de contenido cristiano como la de El Juicio que representa la idea del “Juicio Final” cristiano o la de las láminas de El Papa o de El Diablo. También podemos ver figuras de santos como en la lámina de El Loco donde podemos encontrarnos las características comunes a la figura de san Roque y en la de El Ermitaño podemos ver a san Antonio Ermitaño. Otras aluden a mitos del clasicismo como las láminas de La Fortuna, la de Los Enamorados con la presencia de Cupido, la lámina de El Carro o la representación clásica de La Muerte con la guadaña, etc. Antes he mencionado el nombre que se les dio a estas barajas de trionfi. Este término aparece en un famoso poema de Petrarca I Trionfi  y en él  se refiere a una serie de figuras alegóricas virtuosas que “triunfan” sobre otras negativas en el recorrido que al alma hace hasta llegar a Dios. Sabemos que el gran poeta y filósofo italiano fusionó el viejo mundo grecolatino con el cristianismo. No es por tanto difícil ver la influencia de Petrarca en el tarot en tres aspectos: A) cuanto a la unión del cristianismo y los mitos greco latinos; B) la presencia de virtudes como las de las láminas de la Fortaleza, Prudencia, Templanza, Justicia- que “triunfan” sobre la lámina de El Diablo o sirven para superar pruebas como la de El Colgado; C) el hecho de representar un recorrido o peregrinación del alma hasta llegar a Dios.

Petrarca es uno de los fundadores del “humanismo” y su capacidad de reflexión espiritual queda de manifiesto en su obra. Por último, recordar que en el Renacimiento se utiliza profusamente en el arte el uso de la alegoría, es decir, de la plasmación pictórica o escultórica de una idea que, habitualmente representada en forma humana,  puede ser moral, filosófica, humanista, científica, religiosa… el listado de esas alegorías es enorme y muchas de ellas clásicas podemos encontrarlas en las láminas del tarot. No es difícil ver que el tarot con sus alegorías que nos han llegado hasta hoy, es “hijo” del Renacimiento si bien posee un origen más antiguo.

MUTUS LIBER. El tarot es un mutus liber, es decir, un libro en imágenes muy propio de una época en la que muy pocos sabían leer y escribir. Además, determinados tipos de conocimiento eran preferentemente trasmitidos, según su nivel de importancia, primero oralmente, después en imágenes y por último por escrito. En lo que respecta al tarot de 22 láminas, es un libro mudo que cuenta el relato de una peregrinación en donde el peregrino es la lámina de El Loco que recorre las 21 etapas divididas en 3 ciclos de 7.

NÚMERO DE 22. Puesto que las distintas barajas son distintos libros, su forma de “relato” es distinta, de ahí que aparezcan diferentes imágenes, símbolos, referencias, etc., aunque efectivamente hay una historia común de fondo. Hay un momento en que se unifica este relato en forma de las 22 imágenes que un ilustrador elige sobre otras y que luego son copiadas por los distintos copistas. Dado el carácter mítico-sagrado que se le ha dado en el cristianismo y en el clasicismo al número 7, este es la referencia numérica que recoge. El recorrido del Loco-peregrino pasa por 3 niveles de  7 fases cada uno. El primer nivel es el de aprendiz,  (láminas  de la 1 a la 7), el segundo de discípulo (láminas de la 8 a la 14) y el tercero el de la maestría (láminas de la 15 a la 21), es decir, un código muy común y reconocible en esas épocas. Asimismo el 3 es el número de la Trinidad y su misterio. A su vez, ese 7 aludía a los 7 días bíblicos de la creación mostrados en el Génesis y a las 7 fuerzas gobernadoras representadas por los 7 planetas clásicos. El resultado es el de un peregrino, El Loco, que recorre tres ciclos de siete etapas: 1+ 3×7= 22.

TAROT Y CÁBALA. Este pretendido vínculo se lo debemos a Eliphas Levi, se llamaba realmente Alphonse Louis Constant (1810-1875), el que en París, a partir de 1851, se da a conocer como ocultista con ese seudónimo. Es decir un momento histórico en el que las fuentes clásicas de un saber esotérico tradicional son sustituidas por pretendidos conocimientos carentes de base. Estos círculos ocultistas franceses e ingleses y la aparición de sociedades como la Teosófica fueron la muestra  de esta pérdida de contacto con el conocimiento esotérico y de la aparición de doctrinas carentes de ninguna base sustentada en la sabiduría  tradicional.

Constant estudió teología y se ordenó como diácono. Después de un turbulento recorrido por el catolicismo como sacerdote y su paso por la política, se interesó por el esoterismo. Como participante en esos círculos y órdenes esotéricas que tanto proliferaron en esa época, afirmó que se le apareció Apolonio de Tiana, el famoso mago de la antigüedad.  Recordemos que en ese tiempo el espiritismo triunfa con enorme fuerza y el contacto con “maestros invisibles” o personajes famosos del pasado empieza a extenderse y a popularizarse.  Alphonse se hacía llamar “el mago” y aunque no publicó nada sobre tarot, en su obra Dogma y ritual de alta magia es donde vincula las 22 letras del alfabeto hebreo con las láminas del tarot sin aportar nada que lo justificase; además él no sabía hebreo. Fue miembro de la Sociedad Rosacruz in Anglia e ingresó también en la masonería.  Fue Gerard Encausse, más conocido como Papus, el que sigue esta idea que plasma en su obra el Tarot de los bohemios y empieza a difundirse este vínculo de las 22 láminas con las letras del alfabeto hebreo la través de organizaciones fundadas por él como la “Facultad de ciencias herméticas” o la “Orden cabalista de la Rosa Cruz”. En esta época, la cábala ha entrado con fuerza dentro del enrevesado mundo ocultista del siglo XIX con su numerosísima cantidad de órdenes de todo tipo en la que el nombre rosacruz suele estar presente y cuyas  bases descansan en la masonería. Peros estas órdenes se centran en la “magia” y desarrollan complejos rituales mágicos. De este modo, la cábala aparece dentro de la ritualística y se explora su potencialidad mágica. Una de estas órdenes triunfa sobre las demás, es la famosa Hermetic Order of the Golden Dawn a la que pertenecieron desde Bram Stoker (el autor de Drácula) , Arthur Manchen (también escritor especialista en novelas de terror y fantasía) o el Premio Nobel W.B.Yeats. Es un tiempo que, en países como Francia, Inglaterra o Prusia,  pertenecer a alguna de estas sociedades significaba estatus social. Como hemos dicho, en esta época el espiritismo de Allan Kardec ((1804-1869) arrasa entre los círculos ocultistas más elegantes y esta idea penetra entre sus miembros. A  la Golden Dawn  pertenecieron algunos de los más importantes “constructores” del ocultismo contemporáneo como McGregor Mathers. Por cierto McGregor fue invitado por Blavatsky a que la ayudara a fundar la Sociedad Teosófica pero este se negó a colaborar con ella alegando su poca estabilidad psíquica y su errónea idea de incorporar al ideario esotérico occidental otro esoterismo proveniente de Oriente del que Mathers dudaba. Otros miembros fueron Aleister  Crowley, un personaje epatante que se definía a sí mismo como “La Bestia 666”. Se salió pronto de la Golden Dawn y perteneció a la Ordo Orientis Templi , también de carácter mosónica-rosacruz hasta que decidió ser líder de su propia orden y fundó la Astrum Argentum. Su deriva siguió hasta declararse también- como no- él mismo médium, en este caso de un sacerdote egipcio que le dictó algunos libros y le anunció que él sería el profeta de la nueva era. Terminó su vida entre acusaciones de organizar misas negras y el consumo de drogas. A él se le debe un libro y una baraja de tarot que lleva su nombre con un diseño que ya anticipaba lo “psicodélico”. Sin embargo fue otro miembro destacado de la Golden Dawn el que influyó de modo más definitivo en el concepto del tarot actual. Fue Arthur Edward Waite que escribió un libro de tarot y, sobre todo, diseñó la baraja de tarot que hoy es la más difundida y conocida en competencia con el tarot de Marsella; esta baraja es la “Rider Waite”. Su principal aportación fue la de “crear” toda la imaginería alegórica de los arcanos menores. Hasta ese momento el diez de espadas, por ejemplo, era solo eso: la imagen de diez espadas; pero Waite pone la imagen de una persona tumbada boca abajo en el suelo con diez espadas clavadas en su cuerpo. Obviamente la “lectura” de esta dramática alegoría es mucho más fácil de interpretar que la mera imagen de diez espadas.  Waite escribió mucho sobre cábala, magia y ocultismo y llevó hasta límites fantásticos toda la mitología británica relacionada con los relatos artúricos, célticos y griálicos.

Desde mi punto de vista no existe ninguna relación entre las láminas del tarot y la cábala. Pertenecen a sistemas ideológicos y de enseñanza muy diferentes. En las láminas de tarot de iconografía basada en cristianismo y clasicismo griego, no se vislumbra nada que tenga que ver con la mística judía, aunque bien sabemos que un sistema simbólico puede ser forzado todo lo que queramos hasta que se adapte al ideario que más convenga. En cambio, sí es evidente que podemos encontrar elementos que pueden vincular sus láminas al cristianismo y al clasicismo grecolatino e, incluso detrás de ellos, podemos hallar elementos propios del antiguo Egipto. Además reducir un sistema de conocimiento como la cábala que, en su origen, tiene un alto nivel filosófico y místico, a una herramienta mágica o adivinatoria, me parece propio de la ignorancia de quien desconoce ambos sistemas: el propio valor del mutus liber llamado t.a.r.o.t. y el de la enseñanza sobre “la ciencia del sonido y la palabra” (que, por cierto, no tiene nada que ver con ningún alfabeto concreto). Además y, como hemos visto, hay muchas barajas antiguas que no tienen 22 arcanos por lo que tiene ningún sentido vincularlo con las 22 letras del alfabeto hebreo. Todo ello a pesar de que es en el Renacimiento cuando el nuevo interés por el hermetismo se amplía hacia la cábala, pero si acudimos de nuevo al tarot de Mantegna propio del Renacimiento, no hallamos tampoco en él ningún elemento que podamos vincularlo a la cábala.

La aparición de este pseudo-esoterismo fue contestado y rebatido por personajes de la talla de Rene Guenon, Titus Burckhardt, Frithjof Schuon, William Stoddart, Ananda Coomaraswamy o Martin Lings, es decir, el grupo de representantes y difundidores de la llamada tradición perenne. Estos  pusieron en cuestión el andamiaje pseudo-esotérico y pseudo-metafísico que brotó en esa época y que Guenon llamó “antiiniciático”. La extensa, documentada y valiosa obra de los antes mencionados deja bien claro que los postulados emanados tanto de los teósofos como del ocultismo mágico de estas escuelas iba justo en dirección contraria a la sabiduría esotérica tradicional.

ADIVINACIÓN. El uso del tarot como herramienta de adivinación aparece sobre todo a partir de la época de la Revolución Francesa entre las clases altas como el divertimento de moda en el que destaca el peluquero de seudónimo Eteilla. Este pasó de ser un modesto fabricante de pelucas a convertirse en un personaje popular e imprescindible de los salones más exclusivos de París. Eteilla, diseñó su propia baraja con la adivinaba el porvenir de las damas y caballeros de la alta alcurnia francesa; su baraja aun se conserva. En esa época y lugar también alcanzó gran popularidad otra adivina que se llamaba madame Lenormand que diseñó una baraja que también ha llegado hasta hoy. Es a partir de esta época cuando, impulsada por los círculos ocultistas antes mencionados, la baraja de tarot se convierte en el método más popular y extendido a la hora de escrutar el futuro. La posterior aportación de Waite antes mencionada contribuye enormemente a facilitar el uso del tarot para la adivinación.

Desde la antigüedad, muchos pueblos desarrollaron distintas formas de oráculo para adivinar el resultado de sus posibles acciones o simplemente por miedo y ansiedad ante el futuro. El muestrario de formas adivinatorias es enorme: desde el vuelo de las aves al movimiento por el viento de las hojas del roble, del análisis de las vísceras de un animal después de su sacrifico o la lectura de como es la disposición de unas piedras al caer al suelo, desde los posos del café hasta el uso de huesos o semillas…, y la lista sigue sin ni siquiera tener que referirnos a la utilización de la astrología cuya práctica requiere un estudio muchos más complejo que los oráculos mencionados. Dejo también aparte los Oráculos de la antigüedad como el de Delfos o el de Amón que muestran a las claras una diferencia: lo sagrado. Cuando un oráculo, sea el que sea, pierde su sacralidad se convierte en un hecho de índole profano porque, naturalmente, el acceso a lo sagrado requiere reunir unas condiciones que, me atrevo a suponer, el peluquero Eteilla y sus seguidores desconocían.

Es evidente que la iconografía del tarot tiene la fuerza común a todas las ilustraciones alegóricas y ese es su gran valor. Toda alegoría, por definición está cargada de simbolismo. Todos tenemos claro que una imagen de un esqueleto con una guadaña es la alegoría de la muerte y sus símbolos son el propio esqueleto o la propia guadaña. Y un símbolo tiene la capacidad de activar una idea mental reconocible que ya tiene un significado previo. Obviamente el tarot con sus 22 láminas de fuerte contenido alegórico como la Muerte, el Sol, el Emperador, etc., son inmediata y fácilmente asociadas a ideas previas y susceptibles de poner en marcha bien la intuición, bien la fantasía. Pero, el aludido tarot de Mantegna, por ejemplo, también es capaz de provocar la estimulación intuitiva del mismo modo que puede hacerlo el tarot de Marsella; o incluso puede hacerlo de un modo más intenso aún pues sus 50 láminas y sus variados contenidos de alegorías ofrecen un panorama más grande y diferente de oportunidades de interpretación. Imaginemos una tirada con el tarot de Mantegna donde aparece la lámina de la musa de la música, la lámina de la retórica, la lámina del mercader y la figura de Apolo. Ninguna de ellas están en el tarot “consensuado” de 22 arcanos, sin embargo sus símbolos son muy capaces de estimular la mente de cualquier persona y poner en activo o su intuición o su imaginación. Es decir, no es el tarot de los 22 arcanos con sus nombres y números asociados el instrumento de animación de la intuición, lo es cualquier imagen alegórica poderosa cuyos símbolos ofrezcan significados reconocibles a los que podemos otorgarles contenidos que hayamos consensuado previamente. El tarot de Mantegna es la prueba.

 ESOTEROS

Creo que el tarot, como cualquier otra herramienta, más eficaz es cuanto más responde a su origen y función. Efectivamente podemos clavar un clavo con una sartén de hierro pero es un utensilio diseñado para cocinar; para clavar un clavo es mejor un martillo. La enorme carga simbólica y alegórica de los tarots, y me refiero no solo a los que repiten el mismo código de 22 láminas con las mismas imágenes, es susceptible de aportar enseñanzas muy valiosas en el ámbito del esoteros. Y para eso lo mismo vale el de Marsella que el Mantegna u otro que tome como referencias las alegorías clásicas. Como hemos dicho, las barajas de tarot son mutus liber que hablan de lo mismo, un recorrido, pero que lo cuentan de modo diferente enfatizando en unos diseños determinadas cosas y en otros diseños, otras. Y para finalizar dos cuestiones. La mirada de la poliédrica naturaleza humana hecha casi exclusivamente desde la psicología, es algo muy moderno. Si tomamos como referencia los vínculos simbólicos del tarot, ni en el hermetismo, ni en el cristianismo, ni en el clasicismo, ni en el esoteros pitagórico ni mucho menos en el antiguo Egipto se aprecia esa “lectura” hecha exclusivamente en clave psicológica. El saber esotérico va por otro camino. El motivo es evidente: la psicología se refiere a la personalidad, a la persona, a la “máscara” y eso es justo lo que no trasciende y ya la sabiduría antigua lo sabía bien. Esto no significa que lo que pertenece a la psicología no tenga valor, lo tiene y mucho, pero pertenece a otro ámbito de conocimiento que ya queda integrado en un trabajo espiritual e iniciático verdadero. El esoteros tiene su centro de interés en lo que trasciende. Y el mutus liber del tarot tampoco responde en origen a esa clave psicológica pues su clave original es iniciática.  Por eso, como “guía de viaje” respecto al recorrido de un camino iniciático es muy útil. La segunda cuestión es que la idea de la reencarnación o bien era desconocida o bien carecía de valor para el pensamiento esotérico medieval que tiene sus raíces por un lado en el hermetismo y en el cristianismo, detrás de los cuales aparece la enorme sabiduría del antiguo Egipto. Precisamente en la lámina 20 del tarot aparece El Juicio que claramente muestra la idea cristiana de la existencia de un Juicio Final incompatible con la hipoétesis de la reencarnación. El constructo de los relatos post mortem y lo referido por los sistemas de creencias filosóficos y religiosos del cristianismo y el hermetismo respecto a lo que acontece después de la muerte, parten de otras premisas incompatibles con las de la idea de la reencarnación, y en los mutus liber que nos han llegado de esa época procedentes del saber hermético-espiritual de Occidente, esa idea de reencarnación no está presente y, naturalmente, en el tarot, tampoco.

ALFA Y OMEGA

Les propongo que miren el tarot con mente abierta: ¿y si el tarot no tuviera 22 láminas? , ¿y si faltasen dos?, ¿ y si faltasen el alfa y el omega?,¿y si algunas láminas estuviesen descolocadas?  En la antigüedad, cuando empezaron a transmitirse ciertos códigos de sabiduría bien en imágenes, bien en textos, se introducían en ellos datos falsos o se eliminaban o alteraban algunos además de los errores intencionados o voluntarios introducidos por los copistas de los que ya hemos hablado. Así mismo el diseñador decidía que imágenes elegía para contar el relato personal de su  experiencia del viaje. Esto de no representar la totalidad de un conocimiento y de variar elementos u omitir otros, por ejemplo en la alquimia, era prácticamente obligatorio. La intención era doble: por un lado estimular el entendimiento de los que empezaban a aprender para que ejercitaran su propia comprensión empezando por poner en valor la inteligencia y la duda y, por otra, mantener distraídas y alejadas a aquellas personas que todavía no estaban  preparadas o que no tenían un interés verdadero por aprender.

Les pongo un ejemplo. Imaginen un mapa que señala las etapas que hay entre Madrid y Barcelona partiendo desde Madrid y en ese mapa está antes Zaragoza que Guadalajara. Solo quien se ponga en viaje o ya lo haya hecho, se dará cuenta que el mapa no es correcto del todo; en cambio para los que no conozcan ese viaje, el mapa será su única referencia y, si lo teman al pie de la letra, no serán capaces de saber que es erróneo.

O imaginen otro ejemplo en una comparación entre la alquimia y la cocina. Si alguien que es cocinero le da una receta a otro cocinero, hay obviedades que no necesitan ser explicadas; por ejemplo, encender el fuego o poner el agua en una cocción; o un cocinero en una receta de un guiso sabe qué  ingredientes pueden ser sustituidos y cuáles no. Esto mismo ocurre con el conocimiento de la alquimia- y también con otros saberes como la cábala- que las “recetas” sirven pero solo para aquellos que tienen ya unas bases sólidas de aprendizaje y se han puesto a trabajar;  para los que no tienen una base de enseñanza, o bien no entenderán nada o se limitarán a repetir sin criterio ideas sobre las cuales no conocen su verdadera naturaleza ni origen.

EPÍLOGO

El Loco del tarot inicia su viaje. Como san Roque, el famoso santo peregrino  en quien se basa su diseño, va guiado por su perro, la estrella Sirio; durante su viaje tendrá la herida de la pierna abierta en recuerdo y señal a los demás de cuando, como Jacob, luchó con el ángel que le hirió el muslo y cambió su nombre por el de Israel. Así, al igual que aquellos famosos “locos de Dios” caminará con el bastón que le conecta con la “realidad de sus pies” cuando tenga la mirada alta y llevará solo un ligero equipaje sabiendo que, delante de él, se abre un espacio desconocido. Su primer encuentro será con El Mago, es decir, con Hermes, que le  mostrará las sutiles reglas del camino y como aprender a “leerlas”, por tanto, es importante comprender que solo se puede seguir el viaje dentro del saber tradicional hermético y esotérico. Como dije antes, el tarot puede ser una herramienta muy útil para seguir ese viaje. Efectivamente existen docenas de libros sobre toda esa doctrina ocultista-cabalística-mágica-adivinatoria del tarot que para muchas personas puede resultar interesante, pero que poco puede aportar a los que buscan un conocimiento real. El saber de la tradición y del esoteros va por otro lado. Y en ese lado de la Tradición nunca se ha dejado fuera a Dios, muy al contrario. Como siempre, es cuestión de discernir y elegir. Y, como siempre también, la diferencia está en el fruto.

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