MENTE, REPRESENTACIONES Y MAGNITUDES

MENTE , REPRESENTACIONES Y MAGNITUDES

Como bien sabemos una persona no puede tener otras referencias que aquellas que su mente conoce y reconoce, o cree conocer, y a partir de ello, infiere, deduce e interpreta el mundo.

Si una persona afirma que se “acuerda” de una de sus vidas pasadas, siempre será dentro de un marco de referencia reconocible e identificable por su mente. Una persona puede narrar que se acuerda de una vida pasada en esta Tierra, en otra época histórica y con otro cuerpo humano. Es decir, a partir de datos que le son reconocibles. Por el contrario nadie se acordaría de una posible vida que hubiera transcurrido en un planeta con otra gravedad y atmósfera, situado a 12 millones de años luz, hace 114 millones de años terrestres y con un cuerpo que en vez de tener una base de carbono tenga, por ejemplo, una base de silicio y con una mente que funcione a partir de una estructura bioquímica distinta.

Esto se debe a que nadie sabe cómo es un organismo con una posible base de silicio, ni como puede ser la vida en un planeta diferente, ni cómo puede funcionar una mente distinta a la desarrollada en nuestra evolución. Después, está el factor tiempo. Para una mente humana es perfectamente asumible “construir” referencias respecto a, por ejemplo, la vida de los seres humanos en las cavernas. Por este motivo una persona sí podrá “acordarse” de una vida pasada en las cavernas porque su mente tiene datos suficientes sobre cómo era la vida en las cavernas, lo que le permitirá hacer representaciones al respecto más o menos aproximadas. Sin embargo, le es imposible hacer representaciones mentales sobre una existencia con un posible cuerpo de silicio que no tenga forma humanoide hace 114 millones de años en un planeta muy distinto al nuestro.

También a nuestra mente le es imposible hacer representaciones mentales temporales o espaciales a partir de la magnitud de determinadas cifras. Por ejemplo, parece ser que el planeta Tierra tiene una edad de 4543 millones de años o si tomamos como ejemplo a la estrella Rigel, de la constelación de Orión, resulta que está a una distancia de 864 años luz *, tiene una edad de 8 000 millones de años, un radio de 55 millones de kilómetros y una luminosidad de 85 000 soles. Nuestra mente no puede asumir estas magnitudes.

Se debe a que nuestra mente también mide la temporalidad y el espacio en función de aquello que conoce y le sirve de referencia; la temporalidad del cuerpo físico y la medida de los ciclos naturales vinculados a este planeta como los ciclos solar y lunar. Y con los tamaños nos ocurre lo mismo. 

Es por eso que cualquier relato sobre este ejemplo de vidas pasadas se hace a través del marco de referentes reconocibles lo cual hace precisamente que la cualidad expansiva de la consciencia quede limitada a ese estrecho marco de lo que una mente humana puede identificar y representar.

Con cualquier otro asunto actúa igual. Esto mismo ocurre cuando se narran apariciones, bien de extraterrestres o de la Virgen María por poner  ejemplos. Los relatos sobre extraterrestres nos los describen siempre a partir de datos reconocibles, es decir, son siempre humanoides, por ejemplo: pequeños y feos con cabeza grande (reconocible); altos, rubios y bellos (reconocible); con brazos y piernas y caminan erguidos (reconocible)… En este caso nadie reconocería a un extraterrestre con nuestro supuesto cuerpo con base de silicio y que tuviera, por ejemplo, una forma completamente ajena a la humanoide ya que la mente no lo podría reconocer  y no sabría hacer una representación. Y lo mismo pasa con espíritus, fantasmas, etc., o con las apariciones de la Virgen María que, además,  jamás se mostrará fuera de un contexto, en este caso religioso, reconocible por quien tiene la “visión”; por este motivo a un católico se le aparecerá la Virgen María y a un hindú se le aparecerá Krishna y no al revés. Dichas apariciones siempre serán representaciones susceptibles de ser asociadas por la mente con algo que previamente conoce. Esto se debe a que este es el funcionamiento normal de la mente ordinaria subordinada a su funcionamiento lineal y a su necesidad de utilizar referencias reconocibles sin las cuales se siente alterada. Referencias que incluso es capaz de crear a través de la imaginación (la imaginación entendida como la facultad de crear imágenes mentales) con tal de conseguir una coherencia de significados a los cuales pueda acceder e identificar para integrarlos y usarlos dentro de su marco de reconocimiento.

También puede ser de interés reflexionar si la necesidad de ese reconocimiento por parte de la mente hace que a situaciones como las anteriormente mencionadas, por ejemplo recordar una vida pasada o encontrarse con extraterrestres, unos espíritus o la Virgen María, se les conceda además un significado, un significado al que de inmediato se le suele dar  un gran valor y trascendencia, cuando en realidad ese valor la mente se lo da debido al factor de excepcionalidad. Es por eso que comúnmente damos significado a lo excepcional aunque carezca de ningún tipo de valor intrínseco y a lo cotidiano no se lo damos pues carece de excepcionalidad aunque, en cambio, sí tenga un enorme valor. Un cordero que haya nacido con dos cabezas es excepcional pero ese hecho carece de valor per se. El nacimiento de un ser humano no es nada excepcional, pero su valor es gigantesco. Saber distinguir entre lo excepcional y lo valioso forma parte del patrimonio de la inteligencia y del uso del discernimiento.

Si la mente está condicionada por los límites de su percepción sensorial, debemos recordar que también lo está porque solo puede “moverse” con comodidad dentro de un marco espacio-temporal también limitado. Sin embargo, ciertas tradiciones nos hablan de que precisamente cuando la mente empieza a perder las representaciones y las referencias, bien sea de formas, sensaciones e ideaciones con sus respectivos significados, y después de asumir la perplejidad inherente a este hecho, esta se abre a un campo de posibilidades nuevo pues los referentes anteriormente usados se revelan entonces no como una oportunidad de “conocer” tal y como la persona creía hasta ese momento, sino como un límite al conocimiento Real que solo aparece a partir de este punto.

Desde este marco, una vida pasada, un extraterrestre o un espíritu, o todas las teorías filosófico-religiosas juntas, o el contenido de todos los libros escritos, por poner unos ejemplos, adquieren su condición de representaciones mentales, cuando no de meras elucubraciones  y, por tanto, aparecen como irrelevantes y prescindibles respecto a la totalidad y su potencialidad. Esto hace que se conviertan en una rémora a la hora de que la mente se expanda hacia otro lugar ajeno ya a ese marco de tiempo-espacio de formas, representaciones y significados en donde si bien sigue habiendo límites, estos son ya mucho más amplios.

(*)Para calcular un “año luz” multiplicamos 300 000 (velocidad de la luz por segundo) por 365 días de un año y por los 86 400 segundos que tiene un día. En distancia, un año luz equivale a 9,5 billones de kilómetros. En este caso, nuestra distancia a Rigel en kilómetros es el resultado de multiplicar 9,5 billones por 864.

3 comentarios sobre “MENTE, REPRESENTACIONES Y MAGNITUDES

  1. Interesantísimo tu articulo. En este sentido recuerdo la premisa básica del trabajo del linaje de brujos de Don Juan, narrado por Carlos Castaneda: «Expandir los limites de la percepción». Existen tres tipos de percepción: lo conocido, lo desconocido (pero accesible mediante un entrenamiento especial) y lo incognoscible. En consecuencia trabajan con 3 tipos de atención (percepción). La primera atención (el mundo ordinario), la segunda atención y la tercera atención. También los Yogasutras hablan de que solo un alto nivel de Samadhi (Ritan Tatra Bhara Prajna=visión de la Verdad) otorga la percepción de la Realidad. Todo lo que acontece por debajo de ese nivel es contaminado por las asociaciones mentales o es producto de la fantasía, una facultad mental hacedora de irrealidad. Un buen articulo para meditar.

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  2. Sebastián, como siempre, me encantan tus escritos, leyendo éste hay cantidad de cuestiones en las que pensar pero me he quedado con esta:
    Si una mente ordinaria tiene la capacidad de crear esta realidad lineal, designando un cuerpo con una base de carbono una mente más sutil tendrá la capacidad de designar un cuerpo de silicio, creando una realidad donde la representación, tiempo- espacio, como la conocemos no exista, ahora bien siendo la mente inherente a nuestra estructura bioquímica, ¿qué o quién designa la mente?.

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