EPIFANÍA
Según la tradición cristiana, epifanía se define como una “manifestación divina” o “revelación divina”. En el pasado, los cristianos festejaban no una, sino tres epifanías que se celebraban cada 7 días. La primera se celebraba el 6 de enero y mostraba la revelación de Jesús ante los paganos representados como los Reyes Magos. La segunda se celebraba el 13 de enero y correspondía al bautismo por san Juan y se celebraba así la manifestación o revelación de Jesús a los judíos representados por el Bautista. Tanto los Reyes de Oriente como Juan el Bautista lo reconocen como Encarnación de la divinidad. Para que la revelación y epifanía ocurra, es previo el reconocimiento; los Reyes Magos reconocen a Jesús, Herodes, no. El Bautista lo reconoce, fariseos y saduceos, no. Los Reyes son sabios y ricos, el Bautista es pobre y solitario pero tienen el corazón limpio, un corazón capaz de “reconocer”.
La última epifanía se celebraba el 20 de enero y se refería a la manifestación de Jesús en las bodas de Caná en las que convirtió el agua en vino siendo este su primer milagro. Esta manifestación se refería a sus discípulos, a los suyos, que lo reconocen como encarnación divina, como Hijo de Dios. Así lo cuenta el Evangelio de Juan: “Esto hizo Jesús en Caná de Galilea y fue la primera señal milagrosa con la que mostró su Gloria y sus discípulos creyeron en él”.
Estas tres epifanías muestran tres hitos o pasos que podemos referirlas como tres “iniciaciones”. El nacimiento que muestra la encarnación en un cuerpo con el fin de realizar una función y que, poco a poco crece. El bautismo que confirma su preparación para esa función y, por último, las bodas de Caná en donde esa función comienza, y comienza con la transformación de un elemento, una sustancia, en otra. Todo el proceso culminará con la resurrección como fruto y último servicio al Padre y a la humanidad.
Hoy decimos que “he tenido una epifanía” cuando algo llega a la conciencia en forma de revelación, sucede como un “darse cuenta” de algo vinculado a lo trascendente de modo súbito. Pero para que eso aparezca, antes ha debido “ocurrir” en la carne, “eso” que desciende, “eso” que busca en la carne el medio propicio para encarnar, cuando la encuentra, primero impregna la carne y luego, desde la carne, pasa a la conciencia. Ese es el recorrido viviente. Por eso el Verbo se hace Carne. Ese es el gran misterio. Hoy celebramos esa Epifanía en la que los Reyes reconocieron la encarnación de la divinidad. El día 13 lo hará san Juan Bautista. El 20 lo harán todos los suyos, los servidores de Dios y de la humanidad.