Dentro de la complejidad que representa el pensamiento gnóstico, tal vez sea Valentino- sin olvidar a Basílides- el que pone los principales cimientos doctrinales de esta corriente en el ámbito del cristianismo. A continuación, dejo un pequeño resumen de su ideario extractado del curso que impartí hace unos días.
VALENTINO
Valentino nació sobre el 110 en Egipto y sobre él dijo san Jerónimo: “Nadie ha podido hacer que una herejía sea tan influyente, a menos que tenga un intelecto sorprendente y de que Dios le haya proporcionado sus dones. Valentino era un hombre así”. Debemos recordar que san Jerónimo es del siglo V y hasta esa época y después, llegó la influencia de este singular poeta, filósofo y religioso que estuvo a punto de ser nombrado obispo y que para algunos estudiosos es el “codificador” del gnosticismo.
Ahora voy a intentar resumir brevemente las ideas principales que nos dejó Valentino en forma de un relato mítico que muestra su compleja cosmogonía y la profundidad de un pensamiento cuya influencia se percibe hasta hoy día. Para facilitar el relato he añadido aportaciones propias tomadas de diversas fuentes.
En el principio había un Ser “total”, eterno e incognoscible llamado Pleroma en cuyo interior y centro está el Padre perfecto y también eterno que dispone de la potencialidad de la Creación. Ese Padre, por medio de un acto misterioso, proyecta una imagen de sí mismo en la que queda reflejado; de ese reflejo del Uno aparece la dualidad. En el proceso, de ese reflejo del Padre, reflejo que ahora es Madre ya que actúa como matriz receptora de la potencialidad del Padre, y de la misteriosa fusión de ambos, surge un principio, el Hijo, que actúa como fuente de la que mana una serie de emanaciones o eones. Las principales son cinco: Verdad, Inteligencia (nous), Palabra (logos), Vida, Hombre e Iglesia (entendido el primero como arquetipo y la segunda como “cuerpo común” o comunidad aunque ambos son solo una misma emanación) .
El único camino, o Vía, de retorno de lo creado nuevamente al Padre es el Hijo.
De esas emanaciones, a su vez, se suceden también sucesivas emanaciones. Una de ellas es Sophia (sabiduría). Respondiendo a su naturaleza (la búsqueda de la gnosis o conocimiento), Sophia se inclina y esfuerza en conocer al Padre de modo perfecto, lo cual no le corresponde pues carece de cercanía a él dado que entre ambos existen diversas emanaciones que los separan pues cada emanación provoca el alejamiento de la fuente y conlleva la pérdida de su perfección primordial. Esto hace que Sophia pierda su equilibrio y armonía naturales y propios; esta perturbación producida por la pérdida del equilibrio hace que de ella emane una sustancia informe fruto del desequilibrio. En esa sustancia el Padre está ausente. De esta sustancia procede y se forma el Demiurgo, el dios menor creador que se rebela, y de esa misma sustancia el Demiurgo crea las formas con las que inicia la creación del Hombre e Iglesia de un modo imitativo al Padre. Pero, por su origen, fruto de una perturbación, e imperfecta por su alejamiento del origen; a su vez tanto el Demiurgo como su acción creadora son imperfectas. Sin embargo, también por procedencia, sustancia y forma, guardan recuerdo del origen divino del Padre. La rebelión del Demiurgo consiste en evitar que su creación se olvide de ese origen divino. Por eso dos emanaciones, Hombre e Iglesia (humanidad), carecen del recuerdo del Padre pues tanto por su sustancia como por todo lo creado que le rodea, hacen que su percepción sea incompleta y que su materia sea capaz de tenerlo atado a la material.
Solo en la muerte, a partir de la pérdida de contacto con la materia, el ser individualizado que conserva y ha activado el recuerdo de su naturaleza divina regresa al Padre, salvo que la materia lo haya atrapado y contaminado de tal modo que no pueda ser “rescatado” ni después de la muerte y desaparezca fundido y disuelto en la materia perdiendo su condición de criatura individualizada.
Pero el Pleroma, conmovido, hace que también «descienda» el Hijo como proyección del Padre portador del logos o Verbo, de la Verdad y de la Vida) y el Espíritu Santo o pneuma (vehículo conductor del nous o inteligencia ). El Hijo, como Cristo encarnado en un ser único, Jesucristo, ( el Verbo), junto al Espíritu Santo (la inteligencia), susceptible de encarnarse en varias personas aptas para ello- ambos de la misma naturaleza del Padre- son los encargados de la salvación y de que todo regrese al Pleroma.
Previa a la encarnación de Cristo, se promueve la encarnación de sucesivas inteligencias cercanas al Padre en las formas y en las sustancias orgánicas básicas, oxígeno y luz, para que lleguen a la humanidad y se pueda proceder al rescate de esta una vez que una parte de la misma, un porcentaje suficiente, empiece a encarnar Verdad, Vida, Verbo, e Inteligencia a través de una Vía prefigurada.
Sophia- tanto como principio femenino, como gnosis- arrepentida y consciente de su error, colabora como inteligencia encarnada con el Hijo y el Espiritu Santo en esa labor redentora que conlleva arrebatar al Demiurgo y sus arcontes (servidores) el poder sobre la creación y restituirla al Padre. El Hijo encarnado como Cristo y el Espíritu Santo, realizan su labor en todas las criaturas que empiezan a recordar al Padre las cuales también colaboran en ese acto de rescate como servidores y que, a su vez, logran así su salvación pues en la batalla final contra el Demiurgo, sus seguidores que no han reconocido ni al Hijo ni al Espíritu Santo, perderán el contacto de su origen en Sophia y se extinguirán junto al Demiurgo y su creación.
Valentín afirmaba que la salvación corresponde a los “peneumáticos” que son los que tienen el pneuma (aliento divino o Espíritu Santo) activo en su interior. Los seres humanos de naturaleza psíquica solo lograrán la salvación por medio de Cristo con mucho esfuerzo y sufrimiento, y los de naturaleza carnal-material (servidores del Demiurgo) no tendrán ninguna posibilidad de salvarse. Es necesario recordar que desde muy antiguo el psiquismo ha sido considerado un enorme obstáculo en el desarrollo y elevación espiritual ya que su recorrido va en dirección opuesta al trayecto de Sophia en el sentido de que las percepciones psíquicas tienen un origen completamente diferente- forman parte de la creación del Demiurgo y siempre conducen a él- a la percepción que se alcanza mediante la presencia del Espíritu.
Como se puede observar este relato que, en ciertos aspectos recuerda al relato de la creación de Heliópolis, conjuga elementos del judaísmo, el helenismo y el cristianismo, reunidos de un modo intuitivo e inspirado, formando un conjunto unificador y coherente que aporta valor tanto a la filosofía como a la metafísica.
¡Menuda síntesis! y lo que contiene… Muchas gracias Sebastián
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