SOFISTAS DE AYER Y HOY

SOFISTAS ANTIGUOS Y MODERNOS

“Dialécticos y sofistas, en sus disquisiciones, se revisten de la apariencia de filósofos”.

                                                                                              ARISTÓTELES

Si acudimos a la historia podemos ver que a los sofistas se les ha definido como los “profesionales de la virtud”. Eran individuos especialistas en retórica y sabios que se ganaban la vida mostrando a los demás cómo debían comportarse de modo virtuoso y aconsejándoles sobre cómo debían pensar. Uno de ellos, Protágoras (485-411 a.d.C.), que en los libros de historia aparece como un filósofo, logró enorme fama y ganaba fortunas ejerciendo esa función de profesional de la filosofía. Sobre él nos escribe Platón que le dedica uno de sus diálogos en el que le define como “profesor profesional de la virtud”.

Debemos recordar que en aquellos tiempos la retórica era muy importante. La retórica era, y es, el modo de usar el lenguaje para el logro de objetivos, principalmente el de obtener el beneplácito de la audiencia a través de la persuasión por lo que además del buen uso de la palabra, un retórico debía dominar también lo que hoy llamaríamos el “arte de comunicar” que naturalmente incluía el lenguaje no verbal, si bien lo más importante era la sólida construcción del discurso y la utilización de las palabras de un modo muy preciso con el fin de alcanzar el objetivo deseado.

Esta retórica se convirtió en todo un arte cuyo estudio y práctica  habitualmente se dividía en cuatro partes que comenzaba con un buen exordio que buscaba la atención y la docilidad del auditorio procurando prepararlo para que escuchasen aquello que esperaban oír. Seguía con la narración en la que el sofista apelaba en muchas ocasiones a sí mismo como ejemplo y la argumentación en la que a menudo se incluían sofismas, es decir argumentos capciosos que usan premisas falsas- lo más común- que llevaban a conclusiones erróneas con apariencia de verdad; esta parte estaba dedicada a los miembros del auditorio más mentales. Terminaba el discurso con la peroratio o parte final y resumen en la que se buscaba la complicidad con los oyentes a través principalmente del uso de soflamas que estaban destinadas a provocar respuestas emocionales.

Esta retórica pasó de ser una herramienta valiosa en el ámbito de la filosofía a convertirse en una “enemiga de la verdad” cuando algunos sofistas no dudaron en utilizar los sofismas y también las falacias. Recordemos que una falacia es un razonamiento falso que busca tener apariencia de razonamiento correcto con el fin de ser convincente y lograr la persuasión del interlocutor o de la audiencia. Es decir, una mentira envuelta en aparentes verdades con el objetivo de alcanzar algún provecho.

En los primeros tiempos los sofistas fueron identificados como unos sabios, sophos, de inteligencia práctica, que enseñaban filosofía de corte relativista, pero con el tiempo fueron vistos con suspicacia y el término sofista empezó a ser sinónimo de charlatanería. Esto se debió a que la filosofía empezó a quedar en un segundo plano frente a la importancia que se le concedió a la retórica manipuladora y porque esa profesionalización  hizo que la distancia entre el discurso virtuoso y la acción virtuosa se hiciera cada vez mayor. Su rechazo aumentó tal vez por la enorme popularidad y riqueza que alcanzaron algunos sofistas, lo que se juntó al hecho de que vendían su sabiduría sin ningún escrúpulo. Al final, la atractiva estética de su retórica y la pretendida utilización práctica de la filosofía que preconizaban, en realidad solo ocultaban una vacuidad, ¿de qué sirve una hermosa exposición retórica si no hay detrás ningún mensaje de valor que lo justifique salvo el propio enriquecimiento del sofista? Por la suma de estos motivos fueron apartados y repudiados por las otras ramas de la filosofía.

Este rechazo a los sofistas se extendió en el tiempo y es curioso que en la mayoría de textos alquímicos y ocultistas clásicos entre los siglos XVI y XVIII se utiliza a menudo este término de un modo despectivo para referirse a los charlatanes de pretendida sabiduría y conocimientos ocultistas sobre los que los alquimistas advertían a los lectores de sus falacias y sofismas. Especialmente combativo contra los sofistas en sus escritos es el gran Paracelso que, entre otras acusaciones, los llama “vendedores de falsos remedios” y “engañadores profesionales”.

Traigo a colación a estos personajes del pasado, pues sorprendentemente me he encontrado recientemente con sofistas actuales sin que antes hubiese reparado en su existencia. Me refiero a famosos oradores motivacionales- no sé si es la definición correcta- que reúnen grandes audiencias a las que venden a precios muy elevados, su “sabiduría”. Solo he visto un par de esos discursos en internet y, además de seguir al pie de la letra los principios de la retórica falaz, su puesta en escena es francamente atractiva y profesional. El uso de la peor retórica, aquella que reúne la falacia y el sofisma, se sabe que es de uso diario en el mensaje político,  que es usada desde hace años de modo muy eficaz y sencillo por los predicadores evangelistas, o que es comúnmente utilizada en diversos medios de comunicación, pero  me ha sorprendido su nueva puesta en escena por parte de estos oradores que usan a discreción por un lado las viejas y clásicas habilidades que llevaron al éxito a los grandes oradores de las iglesias evangélicas, junto a las más modernas técnicas de puesta en escena ante audiencias masivas que se han perfeccionado hasta alcanzar altísimas cotas.

Esta impactante puesta en escena, un comunicador carismático, el uso profesional de la mejor retórica clásica y los más avanzados y modernos medios audiovisuales junto a un mensaje que la audiencia esté deseando escuchar, hacen verdaderamente difícil que esa audiencia repare en los sofismas y falacias con los que el mensaje pueda estar construido. Y obviamente, la audiencia suele quedar prácticamente indefensa frente a todo ese potente “arsenal” perfectamente montado y engrasado.

Fuera de esa indudable y espectacular profesionalidad tan “sofista” de estos oradores, respecto a los contenidos de sus discursos es evidente que estos serán validados o no por su audiencia en relación a la naturaleza emotiva, inteligencia, situación personal, necesidad, criterio, etc.,  de los receptores del mismo y, lógicamente, a su entendimiento  y capacidad de discernimiento respecto a si lo que escuchan son elaboradas falacias y sofisticados sofismas o, si por el contrario, le conceden validez a sus impactantes proclamas. Es decir, nada distinto a lo que ocurría entonces

Aunque parezca mentira, desde ese siglo V a.d.C. en el que son descritos aquellos primeros sofistas hasta hoy, parece que no haya pasado el tiempo.

Dijo Sófocles que “el alma buena y que quiere justicia descubre más que cualquier sofista”. Mi impresión es que el tipo de audiencia de los sofistas sigue siendo la misma entonces que en la época de Paracelso o ahora; por otro lado siempre ha habido también almas buenas y justas que no necesitan sofistas. Gracias a Dios también, siempre podremos defendernos de ellos a través del criterio y del discernimiento y tenemos la suerte de disponer de la posibilidad y la libertad de optar por mantenernos alejados de sus falacias y sofismas.

Vistos estos modernos sofistas, sigo quedándome con Platón.

Un comentario sobre “SOFISTAS DE AYER Y HOY

  1. Muchas gracias Sebastián por advertirnos del peligro de ser ingenuos y dejarnos llevar por charlatanes. Creo que almas buenos somos casi todos, pero no tenemos el discernimiento para saber cuando nos engañan. Tu sabiduría ayuda a encontrar caminos. ¡Gracias!

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