PREGUNTAS, PREMISAS Y VERDADES ASEQUIBLES

PREGUNTAS, PREMISAS Y VERDADES ASEQUIBLES

Decían los filósofos del pasado, y lo ratifica la experiencia, que no hay respuestas correctas si no hay preguntas correctas. Un ejemplo de pregunta incorrecta sería “¿por qué es amarilla la sangre humana?” ya que parte de una premisa falsa como la de que la sangre humana es amarilla. Más allá de esta simpleza, lo cierto es que muchas de las preguntas que rodean el ámbito de la metafísica son muy parecidas pues parten de premisas cuestionables cuando no falsas. Saco a colación esto porque el otro día un buen amigo me preguntó sobre la verdad mientras fumábamos shisa y tomábamos café. Mi respuesta fue un tanto “egipcia”, es decir que le contesté que la verdad es que el sol sale por el este, que de la semilla de un melón solo puede salir un melón, que los humanos tenemos la sangre roja, que de la unión de una cabra y un burro no nacerá nada o que podemos respirar oxígeno pero no metano. Solo a partir de “verdades” sencillas y alcanzables para la razón y los sentidos se puede avanzar a partir de la formulación correcta de preguntas correctas que descansen en premisas verdaderas aun si eso significa “bajar hasta el escalón de los cimientos” de una premisa no cuestionable y, a partir de ella, avanzar. Solo a partir de las verdades asequibles, esas verdades sencillas que están tan a la vista que parecen escondidas, se puede comenzar. Pero precisamente, esa facilidad para acceder a ellas, hace que o bien pasen desapercibidas o sean ignoradas. Todo el mundo sabe que el sol sale por el este, que la sangre es roja o que un manzano da manzanas en vez de castañas. No hay ningún misterio en ello y el interés entonces se dirige hacia otro lado. O tal vez resulte que detrás de esas evidencias que todos conocemos, precisamente allí, se oculte el Misterio. Los egipcios, a ese misterio divino que se oculta “estando a la vista de todos”, lo llamaron Amón, “el oculto”.

Una pregunta elaborada sobre premisas falsas solo lleva a un callejón sin salida y. lo peor de todo ocurre cuando para encontrar esa salida, se apela a la fantasía o a elaboradas elucubraciones como alternativa.

Decían los egipcios que lo que los ojos ven, lo que los oídos oyen, lo que la nariz respira, todo ello es comunicado al corazón. Esto significa que existe un camino directo que pasa desde la sensorialidad hasta el corazón sin pasar por los contenidos de la mente, contenidos que en forma de creencias o ideologías son capaces de interrumpir y alterar las “verdades de lo obvio” como las mencionadas. Otro factor de modificación de la “verdad de lo obvio” es el miedo.  Es decir que tanto las creencias e ideologías como el miedo son capaces de no ver que la sangre es roja y convertirla en amarilla. Otro factor modificador es la aceptación y validación de informaciones falsas que, lógicamente, se utilizan para elaborar premisas igualmente falsas. Igual que se necesita volver a las “verdades sencillas”, la validación de una información precisa volver y acceder a su fuente, examinarla y validarla también.

Cualquier buen profesor de filosofía, tan maltratada hoy en la enseñanza, es capaz de explicar magníficamente que significa el “arte de pensar” y me estoy refiriendo a lo más básico y sin añadir ningún componente ni trascendente ni metafísico. Desde la filosofía, podemos abordar y ejercitar el arte de pensar desde la lógica, la razón, etc.; o, de modo más cercano y cotidiano, por medio del sentido común. Es imposible pensar correctamente partiendo de premisas falsas.

Otro aspecto importante que también hay que tener presente es que el oído escucha y obedece, sin reparar en aquello a lo que está obedeciendo. La sola escucha no discrimina. Solo lo hace el discernimiento. Quiero recordar aquí un cuento chino muy famoso.

«Un chino ya anciano, quiso antes de morir visitar la ciudad de sus antepasados donde nació y que había abandonado siendo muy pequeño.

Para ello se unió a una caravana que iba hacia esa lejana tierra. Después de varios días de viaje preguntaba si ya faltaba poco para llegar; le contestaban que aún estaban lejos y él, al cabo de otro par de días volvía a preguntar. De este modo pasaron varias semanas. Un día que preguntó de nuevo, recibió la contestación de que detrás de unas colinas cercanas se encontraba su aldea. El anciano se emocionó. Según llegaron, el anciano se puso a orar en el cementerio a sus antepasados. Sin embargo, a su espalda escuchó unas risas. Estas se debían a que todo había sido una broma que se había ganado por su insistencia y le informaron de que todavía faltaba una semana para divisar su aldea.

Al llegar la noche, el anciano, serio y silencioso, se retiró a cenar apartado de los demás. Estos, viéndole así, decidieron mandar un mensajero para que, en nombre de todos, le pidiera perdón. Cuando el enviado llegó junto al anciano se inició el siguiente diálogo: 

  • En nombre de todos te pido perdón, por favor únete a nosotros como todas las noches y no sigas enfadado.
  • La verdad es que no estoy enfadado-respondió el anciano.
  • ¿ Entonces por qué estás aquí solo y en silencio?
  • La razón es que me he hecho una pregunta y no encuentro la respuesta.
  • ¿ Y qué pregunta es esa?
  • Pues, ¿ cómo hechos falsos pueden provocar emociones verdaderas?

La respuesta a esta pregunta nos la da la sabiduría tradicional señalando al “oído que obedece” sin aplicar el discernimiento, esa facultad tan valorada en el advaita vedanta  y que se llama viveka. Un discernimiento que evita que el oído obedezca a los contenidos mentales y de creencias que no se asientan en la “verdad de lo obvio” o, lo que es peor, que obedezca y valide informaciones falsas. El anciano escuchó y obedeció de modo natural a lo que le dijeron pues, tal vez inconscientemente, tenía concedida una previa credibilidad a la fuente de la que recibió esa información falsa. Una información que le llevó a rezar a muertos ajenos.

Según el hinduismo vivimos en el kali yuga, o sea, la edad de la confusión, de la ignorancia y de la corrupción de la verdad. Hoy la sociedad tiene a disposición más información que nunca, y nunca antes ha habido informaciones más contradictorias entre sí ni más falsas. Más que nunca se hace absolutamente necesario aplicar el viveka y empezar partiendo de esas “verdades de lo obvio” y asequibles.

Al final, la verdad empieza por aquello que puedo experimentar como que si planto una semilla de melón me saldrá un melón y no una zanahoria y, solo a partir de ese punto se puede avanzar. Sabemos que la mente menor y el intelecto llegan a donde llegan, pero no es menos cierto que para realizar el paso desde el intelecto a la inteligencia- entendida esta como el acceso a la comprensión que lleva al conocimiento- antes se necesita un intelecto sano y eficiente que parta de las “verdades reales” que están a su alcance; es decir a partir de la aplicación de la sencillez, entendida esta como una poderosa llave de acceso capaz de llegar a la raíz de las cosas y de eliminar lo superfluo. Además es necesario entender que desde la fantasía, al carecer de base en lo real, es imposible que se pueda acceder a lo cierto, sabiendo que la verdad, es decir, aquellas verdades asequibles emanadas de la Verdad, solo habitan en lo Real. Por eso es siempre bueno aplicar aquello que nos explicaban los filósofos: empezar a hacerse las preguntas correctas basadas en premisas correctas; y lo que nos dice la sabiduría tradicional: comienza por la sencillez de las verdades asequibles.

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