PREGUNTAS II. EL TAB Y EL NAFS

PREGUNTAS II. EL TAB Y EL NAFS

.¿El pasado habita solo en la mente? La respuesta es que también y principalmente en el cuerpo. Precisamente la sensorialidad está preparada para dejar en la memoria su sello. Es el famoso ejemplo de la primera vez que se toca el fuego: el impacto del dolor se “archiva” de modo imperecedero. Lo que ocurre es que dada la naturaleza de nuestra mente, por un lado con funcionamientos vinculados a lo instintivo y animal, por otro vinculada a lo anímico y social y, por otro asociada a nuestra naturaleza espiritual profunda, esos “archivos” son diferentes respecto sobre todo al lugar dónde se encuentran  y, por tanto, difieren también en lo que se refiere a su acceso. Además, tenemos aquello que se archiva pasando por la consciencia y lo que se archiva sin pasar por la consciencia. Y, por último, tenemos lo que ha llegado a la memoria orgánica con el fin de que el cuerpo esté preparado para una respuesta si es necesario, o lo que ha dejado su impronta solo a nivel energético pero que es susceptible, desde ahí, de llegar a lo orgánico. Sin embargo, en lo que respecta a nuestra naturaleza espiritual profunda, esas memorias no llegan hasta ella y no la modifican.

.Como sabemos somos hijos de nuestra cultura y de los elementos constitutivos y referentes mentales que hemos adquirido. En este sentido nos vale el ejemplo de alma, un concepto que debemos originalmente a Platón, que es estructurado y elaborado por Aristóteles y llevado con éxito al cristianismo por san Agustín que declara la inmortalidad del alma. Esta idea ha triunfado y se toma en Occidente como un referente indiscutible. Sin embargo otras corrientes de pensamiento no avalan esa idea de inmortalidad, por ejemplo Buda afirmaba que no existía nada que fuese imperecedero o tenemos muchas corrientes del judaísmo para las que el alma no existe. Otro ejemplo es el del concepto egipcio del ka, un elemento constitutivo del ser humano imprescindible en su ideario y que hoy ha desaparecido y carece de valor.

Es importante entender que hay todo un catálogo de contextos y premisas filosófico-religiosas que difieren entre sí y que, aunque estemos alejados culturalmente de muchas de ellas, eso no significa que no aporten elementos de reflexión muy valiosos. Al respecto de las memorias, la enseñanza sufí nos habla del tab o naturaleza genética heredada, la estructura material transmitida. Dice Attar, el gran maestro sufí: “¿ Qué es el tab? , pasar de barro a barro cómo el asno que repite el mismo camino una y otra vez”. Ese “barro a barro” es la transmisión genética no solo de padres a hijos sino que contiene la de innumerables antepasados. También habla de ello Rumi: “ No hagas de tu tab el amo de tu intelecto… quítale a él todo y dáselo a tu espíritu… hace años que vives esclavo de tu asno, basta ya, no seas esclavo de tu borrico condenándote a seguirle”. Para el sufismo, muchas tendencias nocivas del individuo son debidas a esa “obediencia” al barro, al tab.

En el hinduismo tenemos también algo parecido pues al estar el cuerpo formado de los elementos de tierra, agua, aire, fuego y éter, vinculados respectivamente a la sensorialidad del tacto, del gusto, del oído, de la vista y del olfato, dichos elementos guardan memoria que es transmitida “barro a barro”.  En el antiguo Egipto aparece una idea muy similar, es aquella en la que el neter Knum, el alfarero que modela los cuerpos, utiliza el barro en el que se han convertido los cadáveres de los fallecidos. El material de construcción, la materia orgánica, es el mismo que se recicla una y otra vez y que conserva una memoria residual. En el sufismo, ese tab es el responsable de las más bajas pasiones humanas, de sus vicios y violencia, pues en la transmisión “barro a barro” se va corrompiendo si no es purificado. A continuación del tab aparece el nafs  o “yo”, el ego, pero muchas veces las características de la naturaleza genética dominan sobre el nafs. Este nafs o “yo” se va constituyendo a partir de la herencia genética traída al nacer junto a las experiencias vitales, tipo de educación, entornos familiares y sociales, etc. En el nafs habitan los deseos e inclinaciones y el intelecto, ambos asociados. Hay que entender que ese intelecto se refiere a los “puntos de vista” a la subjetividad del pensamiento razonador vinculado a la tendencia del nafs hacia la autosatisfacción. En unas personas ese intelecto es el dominante en su nafs y en otros lo es su necesidad constante de satisfacción. Los maestros sufís siempre han considerado inútil intentar dominar o vencer al nafs, como dice la enseñanza sufí “no se puede luchar contra el nafs con y desde el mismo nafs”. Todo comienza con la conciencia íntima y el entendimiento de cómo el nafs tiene el dominio de nuestra vida, a partir de ahí, aparece una sutil rebelión en la que se comienza con desobedecerle y así, poco a poco, se alcanza el dominio sobre el nafs sin que se produzca su destrucción. Significa pasar de ser el prisionero y servidor del nafs, a ser su dueño y ponerlo al servicio propio. En el sufismo no hay avance espiritual si no desaparece la “escucha” a la llamada del tab o si el dominio del nafs esclaviza al individuo. En este sentido, lo primero es darse cuenta, tomar consciencia, de esa esclavitud al tab y al nafs, y después ser capaz de rebelarse. Ese es el inicio de la verdadera libertad.

Volviendo al principio, hoy triunfa en el ideario teórico más comúnmente difundido la doctrina de las memorias de vidas pasadas lo cual implica la aceptación de gran cantidad de premisas previas como la de que poseemos un alma inmortal, que ese alma puede ser condicionada en su naturaleza trascendente, etc… Sin embargo hay otras hipótesis defendidas por otras culturas y doctrinas que dicen que esas memorias residen exclusivamente en lo orgánico, vienen de la materia y viven en ella. Otras doctrinas y filosofías cuestionan a partir de razonamientos sólidos que es metafísicamente imposible esa transmisión de memoria de una vida a otra, siempre aceptando además que esa premisa e hipótesis de distintas vidas de un alma inmortal sea la correcta. Como sabemos el catálogo de doctrinas respecto al post mortem es variado y muy diferenciado entre sí, valga el ejemplo mencionado de que para Buda no existe ese alma inmortal o que el cristianismo no contempla la idea de la reencarnación. También sabemos que, respecto a esas diferentes hipótesis, su “triunfo” va variando según qué épocas y culturas.

Hoy podemos rastrear al menos entre veinte y treinta hipótesis valiosas de doctrinas, creencias religiosas y filosofías, cada una de ellas con su propio relato diferente y, a veces, contradictorio, sobre la naturaleza del hombre y sobre las grandes preguntas metafísicas. Y lo interesante es que cada una de ellas- dejo de lado muchas que no se sostienen ni intelectual ni espiritualmente- ofrece un sistema de creencias razonablemente asumible por el intelecto y confortable ética y emocionalmente, si bien es cierto que siempre han triunfado más aquellas que muestran dosis más altas de esperanza a futuro referido al más allá y las que proporcionan menor complejidad interpretativa. Dicho esto, y volviendo a lo ya mencionado, lo cierto es que la mayoría de las personas optan por las de su entorno cultural y social dominante.

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